sábado, 25 de diciembre de 2010

No se debe culpar a Dios porque es de tontos culpar a lo inexistente.

octubre 2010
AZAÑA ORTEGA

domingo, 19 de diciembre de 2010

Hoy siento una tristeza tan honda, tan mía, tan inhumana. La tristeza me ha perseguido desde niño, pero la tristeza de estos últimos días es distinta. Inexpresable. La tristeza que sentí en la infancia y en la adolescencia… ha vuelto ahora, pero con otra chaqueta. Ahora la contagia una percepción más aguda: percata detalles con mayor facilidad, descubre la vejez en cada retazo, advierte las oraciones que Jehová resucita en todos los movimientos, encuentra esa tela finísima que cubre lo que el mismo Funes olvidó. Es inevitable, las manos de Heráclito empolvan todos los rincones. Y uno, de pronto, se ve con los mismos objetos (dentro y fuera de ellos), los mismos sueños, las mismas tareas, los mismos pantalones: imposible no sentir diciembre en cada hora de los bolsillos.

Hoy la tristeza me da un beso en la frente.

noviembre 2010
AZAÑA ORTEGA

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Llevo meses sin limpiar mi ventana, el polvo se ha almacenado de manera culta, ordenada, responsable. Entabla una armónica suciedad que desintegra cualquier congruencia estética. No existe Platón ni Schopenhauer ni Kant ni Hegel en sus juicios. La ventana y su conjunto, es decir, los cristales, el bastidor, la base, el cerco, la cortina, todo su derredor se desnivela de sentimiento puro, hay en ella la tibieza de una confusión, la anomalía simbólica del que se fue sin despedirse, el marchitar negruzco de la flor que no se ha sembrado, el bienestar que se desprende después una derrota que nunca amaneció.

abril 2010
AZAÑA ORTEGA

sábado, 11 de diciembre de 2010

El cementerio de tus labios lleva tu nombre. El paraíso lleva tu nombre. Tu rostro es poesía pura; tus ojos, el robo de alguna catarata que olvidaron Apolo y Dionisio; ambas cejas, fina población litúrgica; tus pestañas, el vínculo supralunar que lleva al Infierno. No hay mujer más diabólica y más bonita que tenga un rostro celeste. Tuviste que nacer para que en el Caos haya un sentido, una luz, una vela.

AZAÑA ORTEGA

domingo, 5 de diciembre de 2010

Merde, falta más de un mes para Navidad y ya los fuegos artificiales derrotan al cielo. Su resonancia particular es alegría entre los humanos. Para mí, ese sonido en días de noviembre, es la justificación empírica de la ruina, el prólogo tanático al libro de un año que se va sin haberlo leído.

noviembre 2010
AZAÑA ORTEGA

sábado, 6 de noviembre de 2010

Ya llegará diciembre y con él la nostalgia, la desigualdad, la alegría triste. Abundarán solidaridades plásticas, chocolates, panetones, soledades en grupo, alboroto y quizá discordia en familias; la rabia (los robos) en las calles, el desamor en los estómagos, luces en las ventanas y uno y otro nacimiento armado con la flojera más grande del mundo. Ya llegará diciembre y qué he hecho. Se habrá acabado este año, vendrá otro y sin merecerlo caminaré por las veredas de enero con los mismos sueños y renovadas esperanzas. ¿Acaso un nuevo inicio de mejores frustraciones?

noviembre 2009
AZAÑA ORTEGA

sábado, 9 de octubre de 2010

Un humilde homenaje

Pensé homenajear a tres grandes (Mario Vargas Llosa, Arturo el Zambo Cavero y John Lennon), pero a la hora de bajar videos de Mario Vargas Llosa, a quien con justicia han otorgado el Nobel, he llenado todo este espacio, y colocar unos más me parece excesivo. De todos modos he colgado dos videos más, el primero en honor al primer año del fallecimiento del Zambo Cavero y el último al maestro Lennon porque hoy estaría cumpliendo setenta años.

A Arturo Cavero



A Mario Vargas Llosa











A Jonh Lennon


Azaña Ortega

domingo, 3 de octubre de 2010

Ya sabemos que el esfuerzo es el origen de la virtud. 
Lo repito porque somos animales amnésicos.

septiembre 10
AZaÑa ORTeGa

miércoles, 18 de agosto de 2010

A la medianoche las ilusiones duermen, el cansancio se estira y el silencio se parece más a sí mismo. Afuera apenas se oyen susurros de autos que olvidaron regresar más temprano o tal vez sean noctámbulos que viajan trasladando personas desde su taxi; remotos ladridos de perros sin dueño y de perros que enjaulados están en sus casas; monocordes y agudos pitos que van dejando sin pulmón a algunos centinelas que preparan su siesta de tres de la mañana; ruidos que en el aire se mezclan y llegan confusos advirtiendo que la vida se esconde más allá de las percepciones. La espera de un silencio total en la noche, es vana, parece que no es eso [no ser lo] que está detrás del ruido, sino aquello que se encuentra en las materias incognoscibles. Si de utopías se trata, el silencio es la mayor utopía.

septiembre 2 009
AZaÑa ORTeGa


domingo, 8 de agosto de 2010

Andy y Nelo


5 enero de 2010

Ayer fui a Cine Mark con Andy y Nelo, amigos con quienes hice dos veces promoción, primero en la Cruz Roja y luego en Crhistian Barnard. Vimos Avatar en 3D.

Amigo Andy estudia Ciencias de la comunicación en la Universidad San Martín, se especializa en Publicidad y Marketing, trabaja en una editorial, hace año y dos meses está comprometido, gusta de ver películas en el cine, regala paseos o detalles a su enamorada todos los nueve de cada mes, apoda Rambo o Cuerpodequión por su musculatura amorfa, es el único en su facultad sin laptop, tiene varios proyectos relacionados a su especialidad, tocaba pésimo la guitarra y ahora toca peor.

Llegó de Nuestra Señora del Rosario en segundo de primaria: gordito, chinito, cabezón, cabello corto, trinchudísimo. Se fracturó el brazo jugando en tercero o cuarto al caerse del arco una cicatriz enorme en su brazo izquierdo lo prueba, a veces lo disimulaba con una venda, pero hoy en día ya no se avergüenza, incluso lo exhibe como parte de algo especial y cada vez que puede añade más detalles a su historia donde pasa de ser la víctima a héroe. Varias veces nos reunimos en su casa para estudiar o hacer una tarea y terminamos jugando en su techo con empolvadas pelotas o un carro que siempre parecía que se le iba a salir sus ruedas mientras su perro no paraba de ladrar. La clásica.

Nos separamos en sexto de primaria para reencontrarnos en cuarto de secundaria en un colegio que recién fundaban e hicimos nuevamente promoción, Ernesto el Che Guevara (yo propuse el nombre). Terminado el cole algunas veces nos juntamos en algún cumpleaños o en casualidades pactadas. Hubo un momento sin embargo en que nos alejamos totalmente, hasta que el domingo último a las ocho de la mañana, de boleto, lo visité (lo desperté; yo venía de una fiesta de la cual no quiero acordarme). Conversamos casi hasta el mediodía. Me contó, entre otras cosas, que Nelo había llegado y que al siguiente día irían al cine.

Amigo Nelo estudió conmigo desde primero de primaria hasta sexto donde hicimos nuestra promoción María Reiche. Lo más normal o común de él fue su gusto arrebatado por Star Wars. En realidad, nunca fue del todo normal, había en su manera de reírse y de reaccionar algo incongruente que te decía todo y te decía nada. Era de una amistad distinta, algo inexplicable, inefable. Siempre leal, siempre sencillo, siempre el mismo huevón que no quiso serlo sobre todo con Katy, siempre el más alto de nuestro salón, el más oscuro, el de cabellos más rebeldes. Siempre mi amigo.

Terminado sexto cada uno se fue a colegios distintos. Hubo intentos de reencuentro: todos fallidos. En quinto sorpresivamente apareció un día con el uniforme azul cielo del colegio. Nos habíamos vuelto a encontrar y compartíamos de nuevo la misma aula (aunque con otros actores y otro escenario, el guion era similar). Se le dio por componer poemitas que obsequiaba o intercambiaba por monedas, pensó estudiar Literatura pero lo que realmente quería ser era arqueólogo, entonces se preparó desde antes de concluir la escuela (primero en Círculo y terminando el cole, en Aduni junto a Andy —allí fortalecieron su amistad—). Sin embargo, no ingresó a San Marcos.

Desilusionado postuló a Senati: ingresó a la primera. Se puso a estudiar Mecánica automotriz con el sueño de luego postular a Arqueología: quería trabajar en algo técnico y rápido para que con ese dinero pudiese pagar la academia y así cumplir su sueño sanmarquino de ser arqueólogo.

Hacía sus prácticas y cursaba el cuarto semestre cuando repitió por inasistencias (Senati es muy estricto, repetir un curso equivale a repetir el semestre entero y, dependiendo la carrera, se puede repetir un curso por un límite de inasistencias o por impuntualidad, ya que te cierran la puerta y es como si no hayas asistido). La última vez que llegó tarde se fue a pasear pensando cómo decir a sus papás que había repetido el ciclo, todos los meses de pago echados a perder. Entró a una Iglesia y la vio tan grande, tan vacía y tan triste que lo deprimió más y sin darse cuenta marcó en él una huella imposible de borrar. A partir de ese momento su vida ya no sería la misma, algo en él había cambiado, para siempre. Fue entonces la primera vez que se atrevió a decirse sin pensarlo «por qué no ser sacerdote».

Como la mayoría de jóvenes (quizá en este tiempo la minoría) se planteó cambiar el mundo. Antes tuvo que sincerarse con sus padres diciéndoles que había repetido. El siguiente ciclo se volvió a matricular a Senati, esto no impidió que continuase asistiendo, sin falta, a su Parroquia. Un día le confesó al cura su inquietud; este, conmovido, le ayudó a solidificarlo como vocación. Cuando le contó a su madre ella dio el grito al cielo: adiós nietos, adiós porvenir, adiós capital senatino: Santo Dios qué había hecho para merecer esto, lloraba la señora, era para no creerlo. Por supuesto, no aceptó.

Amigo Nelo estaba hecho una tristeza andante: ya no cambiaría el mundo porque ni siquiera podía cambiar su vida. En esos días cuando llegó a la Parroquia (allí hizo su confirmación) le dieron la noticia de que un grupo de seminaristas partiría hacia Arequipa a prepararse para el sacerdocio. No lo pensó dos veces y aunque su mamá no aceptase, se escaparía.

Alistó a escondidas sus cosas preparando todo detalle a detalle, pero algo en su conciencia, un hincón en el estómago, no vaya a ser que Dios se enoje, le hizo intentar por última vez con sus padres. Claro, esta vez tampoco su mamá quiso. Tu viejo te tomó la cabeza mientras te iba diciendo que si tu corazón te lo decía que lo hagas, debías pensarlo mucho porque ese camino era muy difícil. Nelo se escaparía de todos modos.

Pero no, Nelo no se escapó. Su mamá lloró mucho en vivo y en directo, tu viejo lo hizo detrás de cámaras. No hubo de otra, Nelo, tus papás tenían que aceptar. Es uno quien decide su camino, los otros no pueden (no deben) imponérnoslo. Entonces te dejaron, te dejaron hacer tu propia ruta, ya habías crecido y no eras el niño que jugaba con cards o que llevó una vez en primaria un calendario al que se le podía pasar la lengua y ver lo que había adentro y por lo cual casi te expulsan.

Amigo Nelo viajó a Arequipa donde ha estudiado filosofía durante dos años.

Mientras vamos a Cine Mark, me cuenta que aún tiene crisis, como cualquiera —aire serio como quien quiere indicar que está madurando—, hasta los mismos sacerdotes las tienen, y peores aún, la cuestión está en resistir, hay que pedirle a Dios, me dice, los que se van del camino son cobardes. Y Nelo no lo es.

Lo único que le hizo dudar si el camino que elegía era el correcto fue Katy, ilusión de toda su vida. Al principio, en las noches solitarias de seminarista, pensaba mucho en ella, el único pensamiento que aceptaba, lo que más le costaba renunciar. Pero me señala que ahora tiene otro tipo de crisis, aunque no me aclaró cómo o era o de qué se trataba.

Ayer nos vimos y no estábamos muy distintos a como cuando jugábamos en primaria y nos ilusionábamos de una u otra chica. Seguíamos siendo casi los mismos, aunque con anteojos y más huevones. Entonces los tres, Andy, Nelo y yo, ingresamos a la Sala 6. Avatar nos esperaba. Y la vida también.

Moizés Azâña

martes, 3 de agosto de 2010

domingo, 25 de julio de 2010

Ya es domingo, visto un buzo beige, un polo suelto y una sandalia azul: implementos que el hombre tiene como protector del frío y del pudor. Solo faltan dos días para festejar la mentira de nuestra independencia y tres para presenciar la marcha de sujetos disfrazados de verde, de blanco, con insignias, galones y quepís, botas brillantes, fusiles y zapatos de charol. Exhibición lastimosa de nuestras fuerzas armadas. Ni siquiera sus trajes les cubre el pudor, solo los tienen como arma de respeto, sin él son nada, como dijo la abuela de Facundo Cabral: «¡qué carajo es un coronel desnudo!».

Julio 2009
AZAÑA ORTEGA

domingo, 6 de junio de 2010

El dolor de la indiferencia es peor que el de las balas. YUYANAPAQ. Para recordar

Hacer una exposición fotográfica no es fácil. No solo se necesita tiempo, también constancia, porque nunca falta uno u otro percance que interrumpa los entusiasmos y las buenas iniciativas. Esta semana se han expuesto fotografías sobre el conflicto armado iniciado en los ochenta en el interior del Perú. Pudo realizarse gracias a Carolina, Oswaldo e Ivonne, quienes por voluntad propia y sin fines más que los de concientizar, se dieron el trabajo que nadie esperaba sentir en el pasadizo de la facultad de Letras y Ciencias Humanas de San Marcos. Además de las fotos, también hay citas de escritores y comentarios de alumnos y docentes. A mí me encargaron uno y es justamente el que a continuación expondré.





¿Acaso nacimos para matar? ¿Qué se gana con una muerte? Quizá nos preguntemos dónde está Dios, pregunta vana y sin respuesta. Detengámonos un segundo y reflexionemos sobre el conflicto armado, la lucha interna que no acaba y acontece allí donde tú escondes los ojos.




Una lucha tonta la del pueblo contra el pueblo. Esto no es de ayer, es de siempre. Se dice que inició el diecisiete de mayo, pero nadie puede concebir con exactitud el inicio de este dolor —las lágrimas son esclavas de la tristeza—, lo que sabemos es que todavía continúa y continuará en tanto haya injusticia, en tanto el mundo albergue en su pecho ambiciones inútiles a costa de pisotear la vida de los otros, y que en nombres honoríficos y de Dios matan luego de persignarse y dar oraciones. No se cumple 30 años de que haya empezado, esto principió cuando el desconsuelo y la indiferencia, el mayor de los pecados, empezaron a caminar juntos hasta desequilibrar un largo presente que todavía sufre y se agiganta.

Lo peor no es que haya sucedido, lo peor es que aún vivimos creyendo que nunca sucedió. O lo que es lo mismo: indiferentes como si nunca haya sucedido. Seguimos viviendo de espaldas al dolor. Esta realidad en tanto no nos choque es una realidad extraña y de congoja efímera. ¿Qué hubieras sentido si uno de los desaparecidos hubiera sido tu padre, tu hermano o un amigo? Tal vez como ellos todavía conservarías la esperanza de un día verlos regresar.


mayo 2010



AZAÑA ORTEGA

lunes, 24 de mayo de 2010

Crepúsculo de medianoche

Por fin te veo hermosa. Y es demasiado tarde. Es mentira eso de que nunca es tarde, contigo siempre lo ha sido, contigo solo he vivido numerosas canciones sin tocar, fuimos la orilla de un mar que nunca tuvo agua. Hace tiempo que no pienso en ti, hace tiempo que no escribo nada para ti. ¿Acaso alguna vez lo hice?

Cuando leo los renglones que te garabateé, me parecen tan artificiosos que no sé si reírme o sonrojarme, yo no tuve la culpa de esos desvelos, de las palabras rebuscadas, de las frases surgidas del delirio y Es que fuiste tan tierna, tan dramática, tan bonita, tan moralista, tan blancura y tan puntual que yo era la incongruencia en tu vida, la errata del párrafo, la mancha del crepúsculo. Nunca debiste coger la ilusión por los cuellos, jamás debiste asistir a lo sueños del canto, porque aunque a todo Edén le gustaba tu voz, yo no determino aún qué sentía al escucharte; claro que me alegró que me compongas esa canción y que me la cantaras en ese parque anónimo, claro que me embelesó tus besos, tus ojitos marrones, tus manos suaves, blancas y tímidas, claro que me encantó acariciarte la cintura, pellizcarte los cachetes y con mis labios escribir en tus senos que te quiero. Y ahora sé que Fue tonto perderte, pero más tonto fue que hayamos creído en el amor, que hayamos intentado no renunciar a nuestra imperfección y sujetar cielos en busca de soluciones ilusorias, lo mejor era la renuncia inmediata, no dejar que mi agnosticismo interrumpa el sendero e ir en busca de tu fe a reconciliarnos cada uno por su propio camino.

Acostarnos en una oración fue nuestro peor pecado, nuestra mayor impiedad; tu devoción no resistió al vínculo rebelde de lo mortífero y el peligro se incendió en inútil sed de lo eterno. Pero fuimos demasiado mortales, un laberinto de efervescencias que se perdían en la distancia y regresaban imantados en el siguiente verso. Creías según las circunstancias y a veces te daba miedo una llovizna, terror un temblorcito, un pájaro negro; las lágrimas te recordaban todas las antífonas que tus padres te enseñaron, Levítico, Nehemías, Tesalonicenses, la Iglesia de los domingos, las homilías de los almuerzos, pero ya ves, fuimos torpes, unos niños ineducados y sin respeto invadidos de esa ajena curiosidad que se desarrollaban en los instantes perpetuos en que creíamos ser felices.

Acaramelados ya en la inexistencia de la renuncia, en la situación imperecedera, siempre venías, siempre iba, siempre moríamos, siempre el cielo, siempre la cruz, siempre dolía, pero yo, un individuo sin el arte de la batalla, no contuve el golpe que extrapoló nuestra Biblia y erigió su siglo escolástico, nos arrinconó al Apocalipsis, nos abandonó desnudos en medio del caos. Desganado y apático para los vínculos sagrados, todo fue coincidiendo ante la Providencia, y nuestra libertad fue encarcelándose en el mismo destino, un fracaso que espera, la total ausencia de iniciativa, la lamentable aceptación de no ser la pareja ideal. Y quizá eso era lo mejor para los dos, hora de fundar la inescrutable risa de Tántalo, hora de abrir los ojos al imbécil afán de armonizar nuestros mundos diferentes. Creíamos (suponíamos) construir un Aposento y anduvimos edificando el abismo en que tenderíamos la almohada y la sábana para acostarnos hasta extinguirnos.

A lo mejor sí lo sabía, pero jamás intenté comprenderlo, tampoco intenté falsear los instantes (lo único existente entre nosotros), neurasténico mundo de relámpagos, de fuegos, de hielos, de esperas, de tardanzas, la maldad de conocernos, el injusto momento de intentar el corazón. Jamás debiste conocer la guitarra, la composición, el arte, la poesía, ese mundo no era el tuyo, pero te acercaste inocente a descubrirlo en mala época, en malas manos, él amando soledad de inviernos, ella acariciando el do sostenido bajo las sombras de verano, diste el inicio, el resto fue de ambos, visitamos las puertas, abrimos las persianas, nos envenenamos de canciones, las paredes se multiplicaron, los libros se redujeron, las exposiciones se rindieron a nuestras manos, el teatro lo guardamos en nuestros ojos, ambición tonta de conocernos, la maldición del milagro, el principio del calvario. Nos olvidamos de nosotros mismos para estar cada uno en el infierno del otro, cambio de horarios y de epidermis, y tal vez allí empezamos a desquerernos, nuestro tejido no soportó envolverse demasiado en mantas que no eran suyas y un día aparecimos tirados sin cuerpo sin alma y con una lágrima entre los dedos. La renuncia había llegado, cada uno en su cuerpo y con una mochila de caminos. Era lo mejor. Lo era, lo era en esos días, pero ya no lo es hoy.

Ahora, cada noche, antes de acostarme, veo las cuatro paredes y nunca te recuerdo, la distancia que hemos sembrado nos separa tanto que cualquier ensayo de acercamiento nos congela, llegar a ti es llegar metafísicamente al pasado, fácticamente a la aquiescencia verde de la que huyo. Sin embargo, cuando la noche deja de ser noche y se convierte en sueño, en un momento parece que llegas (el alejamiento que nunca acordamos se acorta, lo huelo, puedo columpiarme en él). Llegas callada y fría en busca de almohada y de palabras. Pero yo continúo durmiendo solo contigo mismo.

enero 2010
AZAÑA ORTEGA

domingo, 9 de mayo de 2010

Vida, qué impredecible, pasa tan rápido que todo parece ayer (nunca presente) sujetándose siempre del futuro donde vive nuestra esperanza, la ilusión por progresar y no ser uno más de la muchedumbre, pero lo somos y así moriremos por más que logremos alguna tras-cen-den-cia. Quién recuerda a Renoir, quién conmemora a Hitchcock, quién piensa en Hesíodo, quién habla sobre Diógenes, quién vibra con Armstrong, quién siente a Grieg, quién conoce a Vallejo. Grupos reducidos y casi herméticos, tipos de cigarrillos y de orgullos por una cul-tu-ra aprendida, letrados con inodoros en la cabeza.

El mundo es grande, y de esa grandeza, solo un retazo recuerda a esos hombres inmortales que están muertos (dulce paradoja); los demás ignoran las plumas, los acordes, las pinturas; no son más que célebres desconocidos —por ejemplo Darwin: lo conocen mas no lo leen—, son muy pasado para tenerlos presente, cosas viejas que sirven más de esnobismo que de solución a los problemas. La mayoría está preocupada por el hambre, por la enfermedad, por el colegio, el continuo devenir. Los trapos de la cultura no son fácilmente bienvenidos en las familias, hay tanto por hacer y deshacer como para perder segundos contemplando un cuadro de Dalí o leer una obra de Dostoievski.

abril 2010
AZAÑA ORTEGA

viernes, 30 de abril de 2010

Nunca creí que la muerte fuera tan dura y rápida, y mucho menos presumí que al igual que la vida, la muerte también continúa, prolonga su existencia: florece. Escarba océanos en el alma y, en realidad, jamás muere. La muerte vive, y su existencia duele más que los sufrimientos cotidianos.

mayo 2009
AZAÑA ORTEGA

viernes, 23 de abril de 2010

viernes, 16 de abril de 2010

Vallejo en el corazón

Ayer 15 de abril se volvió a morir César Vallejo. Digamos que se ha muerto 70 veces. Y digamos también que está más vivo que algunos de sus colegas que se reeditan cada año y que se suicidaron de un sueldazo en la sien en plena hacienda pública.

Vallejo es un poeta que pocos han leído, que muy pocos han entendido y que todos aplauden porque eso es lo correcto y porque, además, se le recuerda en su fase de modernista hablando de los heraldos negros que nos manda la muerte.

Pero ese no es el Vallejo que fue reivindicado póstumamente. El Vallejo que fue reconocido cuando ya era tarde es el que hizo sufrir y sufrió en los Poemas Humanos y el que ardió de cólera y lloró como un niño en los poemas dedicados a España. También es el Vallejo experimentoso y sentimental de “Trilce”, escrito para desafiar lo chocanesco –con todo lo que eso puede significar–.

Lo más genial de Vallejo es su relación con el idioma. No exagero si digo que con él las palabras conocen sentidos distintos y los sentidos se expresan con palabras nuevas. Vallejo amaba el idioma español pero, al mismo tiempo, lo galopaba sin piedad, lo extenuaba en aventuras descubridoras. Vallejo no se cansa de navegar corriente arriba y de fundar nuevas comarcas de las que huye tan pronto lo aburren. Vallejo es un mujeriego del idioma. Y por eso es tan intratable para muchos traductores.

“Han matado, a la vez, a Pedro, a Rojas…” dice para confirmarnos que la crueldad de la guerra se lleva al padre y al marido pero también al luchador que es parte del nosotros. Y como para Vallejo la muerte siempre es “lacónico suceso”, añade:
“Lo han matado suavemente
entre el cabello de su mujer, la Juana Vásquez,
a la hora del fuego, al año del balazo,
y cuando andaba cerca ya de todo”.

Como saben los lectores de Vallejo, este Pedro Rojas guerrillero y antifranquista termina resucitando laicamente, como aquel otro combatiente del archiconocido poema “Masa”. Porque Vallejo resucita a quien no debe morir y, como no cree demasiado en Dios, acude al poder popular y a la voluntad del herido tumulto para lograrlo. Por eso es que Rojas, levantado entre los muertos, vuelve a escribir con el dedo en el aire “¡Viban los compañeros! Pedro Rojas”.

Nadie había hecho bodas tan notables de la rabia y la ternura. Nadie había ensayado tan radicalmente con las palabras ni con la emoción. Hay veces en que Vallejo parece tener más ojos, más oídos, más nervios y más capacidad de ser solidario que el más sensible de sus prójimos. Bueno, eso se llama, abreviadamente, genialidad.

“Ahí pasa la muerte por ¬Irún:
sus pasos de acordeón, su palabrota,
su metro del tejido que te dije…
¡Llamadla! Hay que seguirla
hasta el pie de los tanques enemigos,
que la muerte es un ser sido a la fuerza,
cuyo principio y fin llevo grabados
a la cabeza de mis ilusiones,
por mucho que ella corra el peligro corriente
que tú sabes
y que haga como que hace que me ignora”.

La muerte no lo ignoró aquel abril de 1938, a los 46 años de su edad. Vengativa, lo visitó en la cama modesta de aquella clínica del boulevard Arago, donde vivió los últimos tramos de ese matrimonio que yo siempre he imaginado como espantoso. Su viuda contaría, años después, que Vallejo se murió sin diagnóstico y así se hizo notar en el certificado de defunción. Gerardo Diego, a quien madame Vallejo odió siempre, ha descrito la hambruna que se sufría en esa casa.

El Perú oficial despreció a Vallejo. Clemente Palma, el crítico literario más importante de la Lima que Vallejo merodeó sin demasiadas ganas, se burló del poeta y vaticinó su defunción literaria. También estuvo lo del incendio en el norte, un capítulo que acaba de recordar notablemente Eduardo González Viaña. Es cierto que José Carlos Mariátegui vislumbró al genio, pero la voz del fundador del socialismo peruano no era en ese momento tan importante como lo fue cuando la historia lo puso en la cumbre que le correspondía. También es cierto que Antenor Orrego lo estimó humana y literariamente y que, a raíz de su muerte, un joven José María Arguedas escribió, con el seudónimo de Pedro Tierra, un emocionado artículo vallejiano aparecido en la revista “Hoz y martillo”. Pero el Perú oficial –es decir, la derecha que no lee y el pueblo que le sirve agachadamente– le dio la espalda.

El asunto es que Vallejo se fue a Europa con el ánimo de no volver a este país erizado de Palmas. Y la verdad es que se murió en la miseria. Y también es verdad que sin la campaña de André Coyné, el francés a quien también le debemos el descubrimiento de César Moro, Vallejo no habría sido admitido, veinte años después de su muerte, en la comunidad literaria de Lima. Claro que después de Coyné se puso de moda decir que Vallejo “era el más grande”. Y lo era, pero no porque lo dijeran en Lima. Porque a Vallejo lo amaron y lo elogiaron, en Europa, Pablo Neruda, Louis Aragon, André Malraux. “Tenías algo de mina, de socavón lunar, algo terrenalmente profundo” le escribió Neruda en agosto de 1938. Y el español Andrés Iduarte estampó en la revista “Hora de España” estas palabras que no cesarán de ser ciertísimas: “Le faltaba (a Vallejo) toda condición para eso que llaman ‘el éxito’. No admitió ser poeta bufón de poderosos, ni secretario de imbéciles, ni traspunte de badulaques… Vivió en la amargura y en la pobreza, pero sin rencor ni resentimiento… La muerte de Vallejo la produjo, sencillamente, el hambre a que lo condenó su nobleza…”.

Que estas líneas sirvan para desenmascarar al viejo país falsamente aristocrático que maltrató a Vallejo y que, años más tarde –“muerto el combatiente”– le dedica discursos y homenajes. Y que sirvan quizás para recordarles a algunos a qué frivolidad de membretes que elevan socialmente y a qué poquedad de premios que “consagran” se ha reducido, en muchos sentidos, el quehacer de los que escriben amando la deriva de los acomodos. Quizás para ellos Vallejo escribió esto:
“Vanse de su piel, rascándose el sarcófago en que nacen
y suben por su muerte de hora en hora
y caen, a lo largo de su alfabeto gélido,
hasta el suelo”.

Por César Hildebrandt, publicado el 2008 en el diario La Primera.

domingo, 11 de abril de 2010

Sobre el sabio


La sensatez es suficiente para socorrer a una persona
Platón, Protágoras


Llevé el desayuno a mi dormitorio y acompañado de Francis Bacon, lo digerí cómodamente. Un primer ensayo hablaba sobre la buena elección del acompañante que ha de tener el príncipe, daba las características del ambicioso que le serviría: que siempre esté adelante y nunca retroceda. El segundo, que me pareció mejor, sobre los beneficios que trae el estudiar. Diferenciaba tres clases, los que estudian por placer, los que lo hacen por tener tema de plática y los que lo forjan con afán erudito. El exceso en los primeros lo denomina pereza, al de los segundos afectación, y al grupo tercero propio de un carácter docto. A los astutos les importa un bledo el estudio; las personas común y corriente, «los simples», lo miran con admiración; en cambio los sabios hacen uso del estudio, lo observan, lo toman, lo mastican, lo transforman. Recordé algunas líneas de Ribeyro (sospecho que de aquí se influenció, también sospecho que yerro en mi sospecha) donde mencionaba la diferencia entre el erudito y el culto, el primero estudia y va almacenándose de conocimiento, lo apila y ante cualquier situación repite como un loro lo aprendido, el segundo tiene características símiles al sabio que mencionó Bacon.

Bacon y Ribeyro, con estas cualidades, indirectamente se autodenominan sabios. También pudieron haber dado otras cualidades de sabio, por ejemplo, no lo es quien lee, sino el que no habiendo leído conoce lo que está en los libros; quien se percata de que los cambios hechos por los hombres, en lugar de mejorar la naturaleza, la empeora, ante aquella certeza y sabiendo que dejará este mundo así no haga nada, se observa así mismo y observa a otros mientras come y se rasca la panza; quien vive en la constante meditación de la acción; el que no guarda pan para mayo, no porque piense que se puede morir en cualquier momento (lo cual lo sabe, solo que no lo piensa), sino porque prefiere vivir en la eternidad que le da el presente... En fin, el verdadero sabio no se alimenta de libros, ni hace libros, mucho menos hace una definición sobre sí mismo.

julio 2009


AZAÑA ORTEGA

domingo, 4 de abril de 2010

Llevé todos los caminos a mi hombro olvidando la plegaria lastimera de mi rodilla. Creo que la parsimonia con la que caminé determinó que mi desgarrado menisco no molestara. Y en esa parsimonia pude observar que, de jóvenes, podemos darnos tal lujo; más tarde es difícil: las responsabilidades desembocan el paso rápido, no se puede perder el tiempo con tanta facilidad. En la edad longeva es mayor la conciencia de finitud pero ya poco se puede hacer más que tratar de pasar una vida jubilosa: o leyendo o paseando o escuchando radio o mirando televisión o renegando…; en la edad adulta todavía las fuerzas dirigen el alma para cumplir con las responsabilidades: trabajar seis días, descansar uno, trabajar, descansar, trabajar, descansar... con tal de cumplir consigo mismo o con la familia; en la edad joven (sin hijo), sobre todo si se vive con manutención, se puede pasar horas recorriendo las calles con la única distracción de ver la actitud de los transeúntes limeños de esta desgastada época: Lima ha dejado de caminar con el corazón, ahora marcha con reloj y cartapacios.

septiembre 09
AZAÑA ORTEGA

viernes, 2 de abril de 2010

-lo peor no es morir, 
lo peor es no haber vivido-

mayo 2009
moisés AZAÑA ORTEGA

martes, 23 de marzo de 2010

LA SOLEDAD DEL HOMBRE


Para mi amigo J. P.,
el amo de las calestenias narrativas.

Es decir, eres un independiente que cada domingo recibes de tus padres tu semana. Vives solo, podrido en la soledad de los libros, las películas, las angustias, la oscuridad, el calor, pero sin resistir el mes, ni siquiera los siete días. Un independiente que es únicamente independiente para tomar decisiones mas no para mantenerse. Un amante de la soledad que no tolera estar solo, un solitario que no gusta del aislamiento impugnable que dan las cuatro paredes, que no resiste la presencia de la incomunicación, la clausura perpetua, el destierro indefinido, el eterno monólogo. Un solitario de ficciones, un solitario que todavía no ha experimentado la verdadera soledad.



La verdadera soledad, en realidad, es no tener a nadie, no hay mamá ni papá a quienes visitar, amigo(s) a quien(es) llamar, es caminar por la ciudad con gente a quien no se saluda, es la real ausencia humana. Es vivir con un mundo, rodeado de miles de personas, sin conocer a nadie; se camina, se come, se excreta, pero estos no son más que simples lazos que nos amarran a la vida, caricias crueles que nos evitan pensamientos innobles, por ejemplo, que todos esos pasos ásperos y tristes y comprometidos y peligrosos, sirven de nada. Porque hay soledades con quienes tomamos anís y soledades que nos niegan una tasa de agua, son las soledades que derrotan, las llamamos homicidio de soledad. Es la soledad del hombre que ni siquiera está consigo mismo, en cualquier enfrentamiento propio, gane quien gane, siempre perderá.

febrero 2010
AZAÑA ORTEGA

martes, 16 de marzo de 2010

Desertor de perseverancias

Un hombre sin perseverancia es un hombre que deja de caminar, un hombre inválido, sin voluntad y sin silla de ruedas. Un hombre sin perseverancia ni siquiera vive, se aplasta mucho antes de que anochezca y antes de que amanezca ya se le considera muerto. Puede pensar mucho y obrar mucho, pero sus pensamientos y sus acciones no condicionan una dirección ni un progreso, solo son referencias de que a pesar de la nulidad, está vivo. Un hombre sin perseverancia puede tener talento pero el talento también requiere constancia, estar allí, trabajar y solo descansar una vez cansado. Pues hay talentos que se construyen, talentos que se nacen, pero también talentos que se destruyen o mueren antes de haberlos encontrado. Y la perseverancia es base de toda construcción. Y yo, soy un hombre sin perseverancia.

Lo positivo es que soy consciente de este defecto. He empezado muchos asuntos y pocos los he concluido, estos pocos no me sirven de aliento ni me llenan de algún frívolo orgullo, por el contrario, siento que lo hecho es nada, y por tanto, en lugar de alentarme, a veces sufro desazones y desalientos tan profundos que me llevan, de la mano, al camino de la angustia. Apoyado en la angustia fácilmente puedo caer, y con dificultad puedo pararme. Sin embargo, siempre me pongo de pie, quizá es la fuerza de la juventud, esa energía que todavía nos acompaña en esta edad gloriosa, por eso —y otras cuestiones— le temo al tiempo, aunque es un temor rebelde, verdaderamente no es temor al tiempo, sino, sensaciones difusas símiles a la rabia o impotencia por lo que trae y lleva, la vejez por ejemplo, tal vez porque en la edad de las canas si me caigo, ya no pueda levantarme, y no habrá quien detenga mi avance hacia el mismísimo abismo.

He empezado muchos asuntos, dije hace un momento, por ejemplo un relato que según mis cálculos debía estar listo para un viernes de hace dos semanas. Empecé a escribirlo y lo dejé a medio camino. Hace unos días, ordenando mis archivos, lo encontré y decidí terminarlo, le di sus debidas correcciones, le eché ganas toda una tarde, ensimismado y alegre por reencontrarme con las palabras. Y nada, mi esfuerzo solo valió esa tarde, esas ganas murieron al amanecer siguiente convirtiéndose en pérdidas.

Quise trabajar y bastó que un empleo me negase sus puertas para ya no buscar otro. Muchos libros leídos hasta la mitad (defecto ya desecho). Amores inconclusos. Confesiones postergadas. Epístolas pendientes, epístolas incompletas y epístolas sin envío. Mi habitación con la misma cortina momentánea que coloqué hace un par de años. Decisiones interrumpidas por dudas reincidentes. La lista es larga, habrá un colofón por ahí que deseo no rescatar. Y ahora, para el colmo de las «in-perseverancias», dejo el texto que estás leyendo inventando un fin distinto al imaginado.

febrero 2010

AZAÑA ORTEGA

sábado, 13 de marzo de 2010

Yo quería jugar a la alegría

Yo quería jugar a la alegría, a jugar sin dolor, a vivir sin dolor. Quería jugar a que siempre era niño, que tenía mi chica y que nos queríamos. Yo quería jugar, Señor de los Cielos, a que el amor no envejecía, a que mamá y papá duraban para siempre, y que yo, simple humano con lentes, chiquito o mayor, jamás me abandonaría por los balcones con las palabras de pesar.

Pero un día una piedrita me dijo que la vida no ha nacido para jugar, sino para darle oraciones mañana tarde y noche, que los sufrimientos son el único pan que nunca falta, y que acostumbrarnos a ella es de sabios, de hombres eternos que pasan los cielos. Y qué inventar, si no se es sabio, y si en lugar de pasar los cielos, nos quedamos aquí abajo, qué orar si nos quedamos sin boca y sin pensamientos, cómo caminar a la trascendencia celestial sin sacarnos los anteojos. Pues, Señor, a la vida le gusta ser abstracta, insensible, vengativa y humana. No come nuestro pan, ni toma nuestras sopas, pero se lleva a nuestros panaderos, a nuestras cocineras, a nuestros amigos, a nuestros amores y a nosotros mismos. Convierte nuestra vida en eterno camposanto. Lo peor es que nosotros presenciamos las tumbas, colocamos la cruz y regresamos a casa para proseguir con nuestro entierro.

febrero 2010
AZAÑA ORTEGA

lunes, 8 de marzo de 2010

-es tonto creer que el pasado no presentea un futurosente-

abril 2009
AZAÑA ORTEGA

martes, 2 de marzo de 2010

Carnaval limeño

Debido a que he estado y continúo mal, no pude colgar a tiempo lo que escribí el año anterior. Pensé colgarlo el domingo veintiocho, último día de carnaval, sin embargo aquí me tienen publicándolo, rezagado. El primer párrafo es solo una breve introducción.

Veinticuatro departamentos tiene el Perú, allí hallamos muchas y disímiles costumbres o tradiciones que a pesar del tiempo continúan en pie. Una de las tradiciones es el carnaval. Tradición exultante que de acuerdo al lugar la celebración varía, por ejemplo en Cajamarca —departamento en que es casi su símbolo— los disfraces, la chicha de jora, las guitarras, comparsas, corsos, bailes, el suculento caldo de cabeza son algunos de los matices de su gran fiesta. En cambio, en Lima, aunque hace menos de un siglo el festejo era de manera decente con lujosos bailes de disfraces y reinas de belleza, hoy parece que aquel recodo histórico ha sido totalmente clausurado por este vendaval que la nueva juventud ha ido imponiendo.

Globos llenos de agua son lanzados cual proyectiles hacia cuerpos de limeños y limeñas, carnaval tiene la culpa, tardes rebosantes de risas y de gritos, ¡qué tienes imbécil anda moja a tu mamá!, baldes de agua (no siempre limpia), mójale mójale mójale, ¡si me mojas yo te remojo!, talco que por lo general termina cayendo más en la ropa que en el rostro, ya ya ya ya agárrala agárrala, pobre de ti si me tocas baboso, manos manchadas de betún o colorete con deseos de incitar la venganza, ya te cagaste te voy a dejar zamba, el propósito es divertirse, báñate aunque sea por carnaval cochino, la edad o bien ayuda o bien dificulta, ¡no juego con mocosos!, chisguetes de todos los tamaños y de todos los alcances (manguerazos, pistolas, metralletas, misiles de agua), ya carajo no me mojen, yo mojo peor, estúpido estoy refriada, no se moja a los hombres huevón, no me entres con tu ropa mojada vas a trapear todo lo que mojas, no jueguen con agua se van a enfermar, nunca faltan las madres escandalosamente preocupadas, quién te ha mojado carajo acaso su papá me va a dar un sol para las pastillas por mí te dejo muriendo pa’ que aprendas, pal’ calor pe’ vecina, anda moja a tu mujer viejo prostático, siempre habrá un sincero pretexto para renegar, ¡qué rico para jugar no carajo? qué rico para jugar ¡como si tú lavaras!, no gasten mi agua que he juntado para bañarme, recién he almorzado no juego no juego, pajero no le cayó, ya te quiero ver cuando te saquen la mierda, no sube el agua arriba, en algunas vecindades puede faltar la madre escandalosa no obstante es infaltable el vecino jodido pero que tiene toda la razón, vayan a jugar en la puerta de su casa no vengan a fregar aquí la paciencia, no dejemos de lado a los niños que mami pa’ jugar carnaval, te dicho que no entiende, en la puertita nomas ya pe ma’, no, mami y Rodrigo cómo juega, es que su mamá no lo quiere, mami ya pe, no carajo...

Agua es vida, no desperdiciarla.

Segundo domingo de febrero de 2009

AZAÑA ORTEGA

domingo, 21 de febrero de 2010

Despertar de un domingo

Los domingos lentamente despiertan los sonidos. No a la hora habitual de los días laborales, da las siete y el mundo aún es silencio, da las ocho y algún caño se escucha desde otra cuadra, da las nueve y recién pasos y palabras van fomentando maniobras que acaban con el sosiego que brinda la inactividad humana. Pero todo se forma suave y con la fina seguridad de no ser explícitos, las vocales se enredan en volumen, tiernos, y crece cual orquídea en madrugada, pero llega un segundo (fatídico segundo) donde concluyen los falsos respetos y de golpe inundan las malezas que fluyen etiquetadas por las bocas.

Domingo 29 de noviembre de 2009
AZAÑA ORTEGA

domingo, 14 de febrero de 2010

Catorce de febrero









Yo no quiero catorce de febrero (…)
lo que yo quiero, muchacha de ojos tristes,
es que mueras por mí.

Joaquín Sabina
. «Contigo»

Es catorce y muchos enamorados y amigos saldrán a pasear. ¿Qué celebran? ¿Ellos celebran o alguien los celebra a ellos? Catorce de febrero se ha convertido en el agosto de los hostales, de los corazoncitos de plásticos, de las flores artificiales y de otras miles de galanterías y detalles sin ingenio. Porque hoy, además, la huachafería y la cursilería serán las reinas de las palabras y de los actos. ¿Más promesas, más pruebas, más amor? ¿Qué diría Eros de todo este enredo? ¿Y Afrodita? ¿Acaso se acostará con Hefesto o tendrá alguna orgía con Zeus, Poseidón y el mortal Héctor? Pero una cosa es hablar de Afrodita con los dioses y otra muy distinta de los individuos que ahora alistan sus últimos cartuchos. Rodolfo Hinostroza habría dicho: «Una cosa es un desnudo griego mirando el Támesis y otra un cholo calato mirando el Rímac».

Hablar del catorce de febrero es también hablar de los renegados, los misántropos, esos tipos oscuros que detestan las fechas memorables que reúnen como nunca a tantos estultos que se juran amor eterno o los que se dan abrazos felicitando la amistad etílica. Los dizque misántropos no salen, se quedan en casa a pesar de que Cuchita y Luchito y Pepita y Pepucho y todos sus patas le ha invitado al Paseo de Aguas o a Cine Mark o a la playa Naplo o al populoso parque del Amor. Ellos se quedan en casa aunque no por eso son más felices. O ven películas o chatean o leen o juegan en internet o recuerdan amores pasados, y si tienen amores presentes, para estar acorde con su ideología, se excusan diciéndole a su pareja que le jode salir el catorce, le jode encontrarse con un mundo sudoroso lleno de sonrisas idiotas y helados y colas y veredas repletas y… y… Está bien, está bien, Tato, ya te entendí, pero mañana de todas maneras nos vemos. Entonces el misántropo puede continuar jugando en su compu' Residencia Maldita II.

Otros, los que no tienen chica, los solitarios eternos que siempre recuerdan una y otra vez a su única chica, llaman por la noche a su otro amigo que tampoco tiene, hacen una chanchita y compran un Frugos. En el parque más cercano rememoran los amores antiguos, confiados en que ellas todavía los recuerdan y los aman más que ayer, incluso más que a sus actuales enamorados. No saben que ellas en ese momento se encuentran emocionadas gritando y sudando en alguna habitación desconocida.

También existen los ahorradores. Han ahorrado sacrificándose al máximo para este día. ¿Cervecita? No, estoy guardando para el catorce. ¿Gaseosita? He dicho que no, estoy ahorrando para darle algo especial a mi osita. A propinas o a punta de trabajo han conseguido una robusta billetera y llegado el especial día se gastan hasta el último céntimo con su amorcito. Peluchito, quiero un helado. Peluchito, no me gusta de vainilla, quiero de chocolate. Amor, Platanito, Gordo, Peluchito, me prometiste que hoy me comprarías mi… Lo sé, Osita, ya te lo he comprado, no te preocupes. Pero Peluchín, yo no quería rosado, te dije, yo quería el lila. Pero Osita. Ya no quiero nada, regálale a tu hermana o métetelo a; hasta aquí nomás llegamos, has matado mi amor. Pero Osita. No me digas Osita, se acabó, entiende, chao Luis Gabriel. ¡Pero Osita, Caramelito, Muñequita…!

Todos los días acaecen eventos, es inevitable, pero si sucede el catorce, lleva un decorado distinto. Por ejemplo, hay madres que justo hoy dan a luz. Algunas lo hacen apropósito. Sí, qué importa, doctor, por cesárea o como sea. Tengo un amigo que al parecer nació un día como hoy a la fuerza. Cualquiera creería que tiene una suerte envidiable para el amor, sin embargo, el nacer el catorce fue un hecho fatídico, una marca imborrable: no hay chica que le dé ni media mirada. Échele ganas Raulito, ella no es la única.

Muchos esperan el catorce para confesar su delirio de años. Ahora sí, ahora sí, es el día, ahora o nunca. Eeee… (¡No-chi-to!, ¡No-chi-to!...), desde que te vi, tú sabes, eee…, eres bonita yyyyy… (¡sí-se-puede!, ¡sí-se-puede!...): quiero estar contigo. Ahora estás conmigo, Nochito, tú estás aquí, conmigo. Sí, pero, o sea, tú me entiendes, María Rosa, me refiero a. No te entiendo Nochito, ahora tengo sueño, gracias por el paseo y las flores, eres muy lindo, yo sé que encontrarás a una chica buena para ti. Pero, María Rosa, no te puedo dejar acá, te acompaño a tu casa. No, mi mamá se puede amargar si te ve, gracias Nochito, nos vemos. Nochito la ve irse, no llores Nochito, como ella te dijo, ya encontrarás a una chica buena para ti; la cuestión ahora es que la chica buena piense lo mismo de ti. Y ni se te ocurra ir más tarde por casa de María Rosa, la encontrarás besándose en la sombra de su puerta con Nacho.

Pero si tenemos en cuenta a los mayores, esa masa gigante que ya cuelga papadas y arrugas y depresiones, nos percatamos de que la gran mayoría está en casa, cansada de catorces de febreros, cansada de detalles y hasta cansada de amar. Hoy lo mismo puede ser, para esa gran masa, catorce de enero o catorce de marzo o catorce de abril, o sea hoy es domingo y punto; la mamá: qué cocinaré hoy, el papá: déjenme descansar, estoy cansado y tú jodiendo, ¿qué dices?, ¿vas a salir con quién?, te quedas ayudando a tu mamá. Pero papá, y como al Nacho si le dejas. Él es hombre, sabe cuidarse. Yo también sé cuidarme. Carajo, no entiendes, he dicho que no vas a salir, tantas violaciones hoy en día, crees que no sé quién ese tal Huilfredo, es un pendejo m’hija, sino pregúntale a la Ruc, si siquiera saldrías con el Nochito. ¡Papá!, toda la semana no he salido y he estado ayudando a mi mamá, más bien el Nacho no ha hecho nada, no es justo; mamá, dile a mi papá que me deje, el Huili me está esperando. Como ven, también encontramos a chicas que han planificado detalle a detalle su día y al final ocurre todo lo contrario. También encontramos un montón de plantados, ¿sí o no, Huili?

En fin, vivan su catorce que se acaba, conste que tendrán que esperar un año más. Festejarlo mañana, no es, no paga. Y si no quieren gastar, caballeros, hagan como mi pata P. que unos días antes del catorce discute con su flaquita y se reconcilia un par de días después, o sea mañana o pasado mañana a más tardar estará reconciliándose. Y ustedes, chicas, no den ilusiones en vano, ni se vendan por un helado o por un osito de peluche.

Ah, también encontramos sujetos que se pueden quedar en casa escuchando posiblemente a Sabina o a Joan Manuel Serrat, escribiendo cual huevón acerca del catorce de febrero, esperando tal vez que su muchacha de ojos tristes se muera por él.


MOIZÉS AZÄÑA

domingo, 7 de febrero de 2010

Objeto inútil

En casa se guardan aquellos objetos inanimados que hacen nuestra vida menos compleja. Un artículo encontrado por ahí, divide a estos señores objetos en tres grandes categorías: los que sufren averías, los que se pierden y los que no funcionan. Yo, si fuera un objeto, sin dudarlo pertenecería a las tres.

Septiembre 2009
AZAÑA ORTEGA

martes, 2 de febrero de 2010

Hegel, cuántos días y cuántas noches se habrá pasado escribiendo sobre la historia de la Filosofía llegando afirmarla en Grecia, negándola en la India. Y años después su trabajo, su sudor, sus libros, sus prejuicios, todo al diablo. Nociones erróneas le hicieron tomar certezas erróneas.

Noviembre 2009
AZAÑA ORTEGA

martes, 26 de enero de 2010

Una cosa es falta de tiempo y otra muy distinta falta de ideas. Para realizar cualquier obra es necesario el tiempo; sin él, todo proyecto aunque fuese el mejor planeado, pierde validez y se reduce a la nada. Los griegos, por ejemplo, tuvieron que resolver ante todo sus necesidades básicas y placenteras para recién en el S. VI a. C. entregarse a la búsqueda del conocimiento de la verdad sobre el principio del mundo. Las teorías entabladas por los poetas que ya tenían fama de mentirosos, perdían credibilidad; la creencia de que el Caos había engendrado a Gea y esta a su esposo Urano con los que fundarían la gran descendencia, con los filósofos se fue dejando de lado reduciéndola al espacio de la falsedad llamándola mito. Pudo originarse de ese modo porque hubo tiempo para el ocio donde se entregaban a las especulaciones, sin ello la ciencia se habría retrasado mucho más.

Sin tiempo no hay ideas, pero sin ideas pese a tener tiempo no hay nada, es el estado de nulidad. Sin embargo, hay otra cualidad de vital importancia a la que dejarla de lado sería matarse uno mismo. Podemos tener tiempo, ideas, pero si no poseemos la habilidad suficiente con la cual llevar a cabo el pensamiento, todo será inútil y antes de que se escriba el Apocalipsis vendrá el fin del mundo. Es indudable que todo tiene un principio pero no siempre se le conoce. Y la habilidad en el escritor está supeditada a entidades distintas, inusitadas, singulares, propias del arte. Inefable. Qué se tendrá que realizar para ser un Cervantes, un Stendhal, un Aristóteles, un Vallejo; qué muros se tiene que romper, de qué ladrillos se debe sujetar la obra para que no caiga y permanezca.

Septiembre 2009
AZAÑA ORTEGA

martes, 19 de enero de 2010

Cambio

Apenas han transcurrido unos días y la fuerza con que iniciaron el 2010 ya se ha desinflado, se van aclimatando a un año que ya les huele a viejo y que apuran para vacacionarlo. Más o menos pensando ello escribí lo siguiente a fines del 2009, ahora me veo obligado a cambiar un par de detalles para asimilarlo a estas fechas.

Es mentira, se engañan los que creen que en febrero (2010) van a cambiar, lo mismo dijeron para este mes (2009) y miren cómo están, peor. Los cambios se dan, no se esperan. Los cambios que se deben hacer no se apuntan en agendas, no es proyecto que inicie un día prefijado, el primero del mes, el lunes de la semana, el primer día del año. No. El cambio es algo presente, decir futuro es pretexto para nunca hacerlo, para continuar amarrado a la larga ilusión de existir sin vida. El cambio se hace en el momento.

Diciembre 2009
AZAÑA ORTEGA

jueves, 14 de enero de 2010

Haití y la hipocresía*


Quise escribir con respecto a los hechos funestos acaecidos en el pequeño país de Haití, pero al medio día me encontré con las líneas siguientes y supe de inmediato que ya no escribiría.

Todo el mundo habla ahora de Haití.
Claro, su terremoto llama la atención. Sus casas destruidas son fotogénicas, su palacio presidencial en escombros es espectacular, sus negros quejumbrosos tienen buena voz.
Y, además, están los aviones y las tropas de Obama, aviones y tropas que Haití conoce muy bien en otras circunstancias nada telúricas.
Y los socorristas de todos los países, que llegan de todas partes con su humanitarismo en ristre y sus perros especialistas en distinguir a vivos de muertos. Con eso y los ayes de los sobrevivientes se harán los noticieros de los próximos días.
Porque Haití puede haber sido semidestruido, pero con sus ruinas se harán periódicos y televisiones. Siempre hay un lado bueno en las desgracias.
Porque Haití ahora sí que es noticia.
Gracias a lo que el periodismo de entrecasa llama “las fuerzas de la naturaleza”, Haití es hoy noticia.
Ha necesitado un terremotazo de grado 7 y con epicentro a 15 kilómetros de Puerto Príncipe para volver a ser noticia.
Digamos que Haití ha pagado el peaje tarifario para ser noticia: miles de muertos, miles de viviendas y edificios en el suelo, gente aturdida por doquier, réplicas que no parecen acabar, una polvareda humeante que amenaza su cielo siempre azul.

Pero este país espectral que ahora se luce en las pantallas de cristal líquido es el mismo de siempre: 400 dólares de ingreso anual per cápita, más de nueve millones de habitantes sobre una superficie de apenas 27,000 kilómetros cuadrados, 50 por ciento de analfabetismo, una derecha presocrática empeñada en brutalizar a quien se atreva a intentar cambiar las cosas.
Hundido en la pobreza extrema y crónica, demostración plena de que hay países inviables, Haití es, más allá de males propios, el producto degenerado de años de intervencionismo militar estadounidense.
Estados Unidos lo tuvo bajo la bota de su imperio desde 1915 hasta 1934. No parecía ese un destino muy justo para un país que Francia había inventado como fábrica de esclavos desde el año 1697, tras arrebatarle a España parte del territorio colonial de la isla La Española, y que en una gesta sin precedentes, había sido liberado gracias a una guerra liderada por dos esclavos que terminaron derrotando a los franceses el 1 de enero de 1804, el año de su precoz independencia.
Esos dos Espartacos exitosos, esos dos gigantes de la epopeya anticolonial en el Caribe se llamaron Toussaint-Louverture –que moriría en Francia vejado y torturado- y su discípulo Jean Jacques Dessalines, que aplastó a las tropas imperiales francesas en la decisiva batalla de Vertierres.
Quizá los problemas de Haití empezaron cuando Dessalines, el primer guerrillero heroico de América Latina, se proclamó, para sorpresa de muchos, emperador. La trayectoria circular pudo empezar en ese momento.
Papá Doc, esa bestia sanguinaria y rapaz que se proclamó “Presidente Vitalicio” a partir de su elección en 1957, fue un ahijado de Washington. Y lo fue también su hijito y sucesor Jean Claude, el llamado Baby Doc.

Cuando eso ya no pudo sostenerse, entonces vinieron las elecciones supervisadas internacionalmente.
Y cuando las elecciones encumbraron a Jean Bertrand Aristide, un curita respondón y de izquierdas, entonces Washington frunció el ceño.
Pero Aristide no hizo mucho por justificar su fama de cura salesiano expulsado de la Orden por subversivo. De modo que Washington lo toleró.
Lo toleró tanto que hasta ayudó a reponerlo en la silla presidencial tras haber sido depuesto por el golpe del general Raoul Cédras.
Fue en el segundo mandato constitucional de Aristide cuando las cosas se pusieron feas.
Aristide restableció relaciones con Cuba, se acercó a la Venezuela de Chávez y propuso algunas tímidas reformas.
Estados Unidos respondió como siempre, aunque esta vez el golpe de Estado fue encubierto y tuvo una pincelada de sofisticación: en febrero del 2004 Aristide se vio obligado “a renunciar a su cargo” y fue embarcado en un avión bajo la vigilancia de una misión multinacional. Se exilió en la República Centroafricana y, más tarde, en Sudáfrica.
Ayer Aristide, lamentando la tragedia de su país por lo del terremoto, reiteró lo que todos sabíamos: que Estados Unidos estuvo detrás de su derrocamiento y que aquella “renuncia” fue una farsa.
Pero ese es el Haití que no es noticia.

Porque ni la violencia imperial ni el hambre ni la miseria como norma ni la corrupción como endemia ni el dolor silencioso de los miserables son noticia.
¿Haití ha sido destruido por un terremoto?
No lo creo.
Haití vive en estado de cataclismo institucional y nadie dice nada.

*Por César Hildebrandt. Publicado hoy en el Diario La Primera.

domingo, 10 de enero de 2010

Retratos

Había otra razón, no aceptaba la solicitud, además, porque prefería mantener en anonimato los colores y las formas precisas de las que estaba (está) compuesta. Había como que un encanto disímil e inexplicable, una rara fascinación por algo similar a lo metafísico y a lo remoto, una imagen construida a partir de palabras y no de la vanidosa huella de una cámara. Confieso que al mirar sus retratos, en primer lugar me ha parecido que la he visto en algún sitio pero nada exacto, como si haya llegado y con la misma se haya ido. Entonces más que el vestigio o la impresión que pudo quedarme tendría la sensación, la he buscado y ha sido infructuosa, me he sentido mal, sobre todo porque al desaparecer esa supuesta primera sensación donde la veía viva, la ha reemplazado esta nueva donde está quieta, desamparada a la crueldad del momento, muertamente viva, vivamente muerta… Lo sentido no fue lo ideal.

Hubo una donde me ha transmitido temor, no hablo del aspecto físico, sino de cierto gesto inconsciente del instante en que fue tomada, captó un segundo donde los movimientos faciales no fueron de los más sublimes, entonces me he visto transportado a cierto desorden o miedo, no, no es miedo, es otra cosa a la que no encuentro nombre, una textura disuelta en el aire, una partícula que desdeña momentos, alguna señal inconclusa que no logro representar y lo llamo cojudamente miedo. Ha habido otras donde encuentro manchas de tristeza, una tristeza acumulada a pesar de cualquier sonrisa, como si aquella mueca risueña solo serviría de amparo ante la gravedad, como una batalla que a pesar de ganada siempre recuerda a sus caídos, un aspecto taciturno de llorar mucho por trivialidades que se agigantan con el reloj y con los recuerdos (tontamente), había al mismo tiempo un aire de sensibilidad errónea o a lo mejor sensibilidad que no ha sido del todo descubierta o destapada por el latente temor a las heridas. No hay duda de que existe una extraña belleza, pero también un acertijo o laberinto para ingresar a ella, como que si el encanto no estuviese allí en esa quietud inmortal, sino en la oscilación del tiempo o en la imperfección de los días.
AZAÑA ORTEGA

jueves, 7 de enero de 2010

La inconsciencia del hábito

Cada noche, cuando llega la hora de dormir, cierro las ventanas y la cortina, y antes de acostarme abro un libro o escribo o veo una película (últimamente muy pocas veces toco la guitarra). Generalmente al costado derecho de mi cortina queda un poco entreabierto, volteo, y está cerrado, en realidad es el presentimiento de que hay un agujero por el que se penetra la oscuridad, entonces ese voltear es necesario, urgente, si no lo hago es casi imposible concentrarme. Mala costumbre adquirida en días inconscientes y recién me percato. Cómo son los hábitos, van formándose mientras uno se ocupa de otras cosas y el día menos pensado ya lo tenemos cargado en nuestra vida como parte de alguna solución que no se buscaba o como otro problema más.

AZAÑA ORTEGA