jueves, 22 de mayo de 2008

EL ÚLTIMO TANGO EN PARÍS




Esta primera partecita pueden pasarla por alto -vayan de frente a la segunda parte-, solo cuento, con mala prosa poética, sobre la marcha sanmarquina antes de ir a ver la película:

Palpando vientos crespos detrás de los autos que corrían a luz asimétrica, dejando el tizne decrépito de su eructo humeante en cada transeúnte disímil que transitaba su alma en distintas direcciones con pensamientos de sentidos impenetrables, llegué al Centro Cultural de España, situada entre la avenida Arenales y Arequipa de la cuadra seis.
Casi a punto de lamer el pavimento: de cabeza al piso de madera iba yo a quedar pues mis piernas doblaban su talón de energía. Había sido un día de cantos gruesos y de vientos y de sol abrasante (también abrazante) y de caminata casi infinita y fotos y carteles que vociferaban por sí solas topados por el aleteo que recibían de las manos de mis condiscípulos sanmarquinos: una sola voz, o un coro de voces, que cantaban ¡reformulación!
Me senté, dispuesto a deshacer tensiones frente al marco rectangular, en derredor de gente desconocida y de mis amigos. Unas líneas afloraban sutiles por sus bordes mientras, a la par en la pupila gigante, un paisaje del viejo continente nos daba la bienvenida: inicio de la película. 
Parte de la película:
El lugar: cerca al Montparnasse  de París. Una señorita de fina figura, Jeanne, camina y roza una mirada escalofriante con un hombre de fachas lánguidas, despellejadas: Paul. Se percibe que ha llorado, se le nota huraño. Cabizbajo percibe la vida que le dejó Rosa, su esposa que, según continúa la proyección, nos enteramos que se ha suicidado. Jeanne, en cambio, recorre la ciudad con la esperanza de encontrar un departamento para convivir con su novio Tom con el que pronto va a casarse. En esa búsqueda y no búsqueda, tanto de Paul y de Jeanne, han enlazado sus miradas por milésimas de segundos. Luego, sus pasos continúan por rumbos distintos.
La casualidad, si es que esta existe, hace que se encuentren en el quinto piso de un departamento. «¿Cómo has entrado?». «Por la puerta», responde Paul


mirando el mismo ángulo deshabitado de luz, indiferente a la realidad. Jeanne no sabía que allí había vivido Paul con Rosa a quien después la veremos muerta y rodeada de flores en una cama fría y a Paul reclamándole por su muerte y pidiéndole explicaciones que Rosa nunca dio. Ni dará.


Jeanne, que cree estar enamorada de Tom y sueña con el matrimonio. Tom que quiere hacer una película de amor y al estilo de la nouvelle vague donde la actriz principal sería Jeanne. Paul, viudo que llora por su mujer suicida; enigmático y raro con cierto sentido de terror y erotismo… son los principales personajes de la película. Sobre todo, se entiende, Paul y Jeanne. Rosa y Tom son los accesorios.
«¿Piensas matarme con esa navaja?», le increpa Jeanne. El metabolismo de la película se eleva y ensimisma a los asistentes. No es por nada, pero francamente nuestros sentidos parecen ir más allá de los horizontes permitidos. Paul y Jeanne han secuestrado ese espacio, la pantalla y la vida, para hacer el amor y olvidarse del resto, incluso de ellos mismos, desnivelándose de la realidad, tratando de dejar afuera todo. No pueden.


Les comparto la película: 


Moisés AZAÑA ORTEGA