domingo, 13 de julio de 2008

Mario Vargas Llosa: "La libertad es una sola"

Mario Vargas Llosa habla sobre literatura, política y creación artística. A sus 72 años, sigue cosechando premios, creando, imaginando. Y opinando con fuerza y sin pelos en el verbo.
Acaba de ser incluido, por la prestigiosa revista Foreign Policy, en la lista de los 100 intelectuales más destacados del mundo. Días antes, a comienzos de junio, recibió en París el premio de la Fundación Simone y Cino del Duca. También recientemente, el gobierno francés lo condecoró con la Orden de las Artes y las Letras, en el grado de Comendador. Para el autor de Conversación en la Catedral, sin embargo, el mejor premio sigue siendo la literatura, el disfrute del proceso creativo, la aventura de la imaginación. La pasión por las letras fluye en sus palabras.
Entiendo que lo que más te gusta no es escribir, sino re-escribir.Ah, es lo que más me gusta. La primera versión de un texto me cuesta muchísimo trabajo, escribo con una enorme inseguridad, con el terror-pánico de que aquello nunca llegue a ser la historia que yo quiero escribir. Hasta que termino ese borrador, ese magma. Entonces todo cambia y empiezo a pasarla bien, a divertirme. Ya tengo la seguridad de que la obra está allí y que depende de mí rescatarla de toda esa hojarasca. Allí puedo trabajar muchas horas, con mucho entusiasmo. Ese es el gran placer para mí: reescribir.
Digamos que la primera parte es de artesano y la segunda de emperador.Es una buena definición. En la primera parte no tengo una visión clara, cabal. Tengo ideas, pero la historia es todavía una nebulosa. Cuando, por fin, tengo ese magma, que es siempre muy caótico, ya estoy seguro de que la historia está enterrada allá dentro. Y entonces se trata de irla desenterrando poco a poco.
Son como esas esculturas de Miguel Ángel a medio terminar, que están en un museo de Florencia.En cierta forma sí, pero con una diferencia. Los materiales de una escultura están allí, ya los tienes. En cambio, en literatura, esos materiales yo los trabajo también. Por eso es que, en todo lo que escribo, hago primero un recojo de documentación, leo mucho. Viajo incluso a los lugares donde va a ocurrir la historia. Procuro familiarizarme con el entorno, la época. Pero no con la idea de la fidelidad histórica, en absoluto. No. Es con la idea de sentir, digamos, esa integración con el ambiente, el medio, los personajes, la manera de hablar. Eso me va sugiriendo imágenes, situaciones, personajes.
¿Las historias te escogen a ti o tú las escoges?Bueno, yo creo que uno no es tan libre como le gustaría a la hora de elegir las historias. Uno no dice, bueno, yo voy a escribir sobre estos temas. No, no. Solo algunas cosas que me ocurren me remiten a algún núcleo muy secreto de experiencias que, a su vez, tienen que ver con lo más íntimo de mi personalidad.
Digamos que en eso no se puede ser tan liberal.No, en eso no. Los liberales lo que quisieran es que, sobre todo, la vida política, social o económica no escapen de la racionalidad. Pero un escritor que no quisiera escapar de la racionalidad estaría condenado a ser muy mal escritor. Yo creo que uno escribe no solo con su razón, sus ideas, sino con sus instintos, con sus pasiones.
A propósito del liberalismo, ¿no crees que su ascenso ha sido una gran verdad en la que ha habido grandes mentiras?Bueno, en el liberalismo, como en toda doctrina, hay variantes, que tienen que ver con las variantes humanas. Si tú has asistido alguna vez a un encuentro de liberales, vas a ver que las diferencias son muchísimo mayores que las coincidencias. En eso los liberales nos parecemos a los trostkistas. Tenemos una voluntad de divisionismo que parece genética.
¿No te incomoda eso a veces?No, porque no es una iglesia, es una doctrina muy abierta, en la que a partir de ciertas ideas básicas, como la libertad como fuente indivisible del progreso humano, todo lo demás son variantes. Pero hay fanáticos del liberalismo. La idea de que puede haber un progreso que puede estar montado, enteramente, sobre la libertad de mercado me parece una aberración, tan grande como la de los marxistas, que creen que la economía es el fundamento de la historia.
Hay liberales que aceptan el mercado, pero no la libertad política.Ningún liberal admitiría semejante barbaridad.
Algunos lo hacen.Bueno, no son liberales. No puede haber libertad económica sin libertad política, sin libertad social. La libertad es una sola y debe operar simultáneamente en todos los campos. La libertad significa que una sociedad debe ir impulsando progresivamente la libertad individual, la autonomía del individuo, para que pueda realizar sus anhelos e ideales en todos los campos: económico, cultural, social, religioso, sexual. Ahora, que haya caricaturas liberales, las hay. El partido de Somoza, en Nicaragua, se llamaba Partido Liberal. El partido de Georg Haider en Austria, que es un nazi, se llamaba Partido Liberal.
¿Qué hay en el animal político que lo hace tan díscolo?Hay una cierta abdicación de la libertad. La libertad es una cosa muy hermosa, pero también significa una enorme responsabilidad y un enorme vacío. Ser libre es estar tomando decisiones todo el tiempo y eso es algo que contradice profundamente una cierta condición humana. Por eso tantos seres humanos abdican y entregan a otros la facultad de tomar las decisiones fundamentales de su vida. A un dictador, a un tirano, a un caudillo. Todos los movimientos totalitarios significan eso: la abdicación del individuo ante un jefe o una inteligencia. Ese miedo a la libertad, en países como los nuestros, está profundamente arraigado.
Se abdica ante el partido, ante un líder, ante el mercado...La doctrina liberal no admite la abdicación de la libertad. Es la asunción de la responsabilidad. Somos libres porque queremos tomar responsabilidades y no queremos que otros organicen nuestras vidas. Ahora, hay una cosa muy importante: la doctrina liberal no acepta que el mundo político ocupe toda la vida. Defiende siempre, como un derecho humano fundamental, el respeto a la soberanía individual. Que haya un espacio en mi vida en el que nadie tenga derecho a intervenir. Ni el Estado, ni la Iglesia.
Esta frase tuya, reciente, me conmovió mucho: "me enfurece el egoísmo y la ceguera de los sectores privilegiados" (1).Eso pasa muchísimo en los países subdesarrollados, que en gran parte lo son por ello. Han tenido unas clases dirigentes muy ciegas frente a sus responsabilidades. Tuvieron un poder que no merecían y lo usaron para construir privilegios, que marginaban a grandes mayorías dentro de sus sociedades. El resultado son países a medio hacer, como el nuestro. En el caso del Perú, hay una responsabilidad enorme de las clases dirigentes. Fueron clases que abdicaron de su responsabilidad, confiaron muchas veces la dirección del país a dictadores militares semianalfabetos, simplemente porque servían a sus intereses.
¿Estás pensando en Odría y en Cayo Mierda (2)?Sí, pues, imagínate. Yo, por haber nacido en el año 1936, he vivido mucho más en dictaduras que en gobiernos democráticos. Y creo que para la mayor parte de los países de América Latina se puede decir lo mismo. Han vivido más tiempo en su vida bajo regímenes autoritarios.
¿Nos falta entusiasmo democrático a los peruanos?Hay que estimular a los peruanos a que asuman sus responsabilidades. Hay países que han avanzado mucho, como Chile, que por eso progresa tan rápido. Tenemos que comprometernos a actuar si es que queremos salir del pozo. Tenemos que estar movilizados, para reemplazar al gran paquidermo, que es el Estado, como el motor de la transformación y del cambio.
(1)Respuesta a Pedro Salinas en el libro Rajes del Oficio 2.(2)'Cayo Mierda' es un personaje de Conversación en la Catedral, cuyo modelo fue Alejandro Esparza Zañartu, esbirro y ministro de Gobierno de Manuel A. Odría.




Escrito por Ramiro Escobar en el diario Perú 21 de hoy.

Mario Vargas Llosa: "La libertad es una sola"


Mario Vargas Llosa habla sobre literatura, política y creación artística. A sus 72 años, sigue cosechando premios, creando, imaginando. Y opinando con fuerza y sin pelos en el verbo.
Acaba de ser incluido, por la prestigiosa revista Foreign Policy, en la lista de los 100 intelectuales más destacados del mundo. Días antes, a comienzos de junio, recibió en París el premio de la Fundación Simone y Cino del Duca. También recientemente, el gobierno francés lo condecoró con la Orden de las Artes y las Letras, en el grado de Comendador. Para el autor de Conversación en la Catedral, sin embargo, el mejor premio sigue siendo la literatura, el disfrute del proceso creativo, la aventura de la imaginación. La pasión por las letras fluye en sus palabras.
Entiendo que lo que más te gusta no es escribir, sino re-escribir.Ah, es lo que más me gusta. La primera versión de un texto me cuesta muchísimo trabajo, escribo con una enorme inseguridad, con el terror-pánico de que aquello nunca llegue a ser la historia que yo quiero escribir. Hasta que termino ese borrador, ese magma. Entonces todo cambia y empiezo a pasarla bien, a divertirme. Ya tengo la seguridad de que la obra está allí y que depende de mí rescatarla de toda esa hojarasca. Allí puedo trabajar muchas horas, con mucho entusiasmo. Ese es el gran placer para mí: reescribir.
Digamos que la primera parte es de artesano y la segunda de emperador.Es una buena definición. En la primera parte no tengo una visión clara, cabal. Tengo ideas, pero la historia es todavía una nebulosa. Cuando, por fin, tengo ese magma, que es siempre muy caótico, ya estoy seguro de que la historia está enterrada allá dentro. Y entonces se trata de irla desenterrando poco a poco.
Son como esas esculturas de Miguel Ángel a medio terminar, que están en un museo de Florencia.En cierta forma sí, pero con una diferencia. Los materiales de una escultura están allí, ya los tienes. En cambio, en literatura, esos materiales yo los trabajo también. Por eso es que, en todo lo que escribo, hago primero un recojo de documentación, leo mucho. Viajo incluso a los lugares donde va a ocurrir la historia. Procuro familiarizarme con el entorno, la época. Pero no con la idea de la fidelidad histórica, en absoluto. No. Es con la idea de sentir, digamos, esa integración con el ambiente, el medio, los personajes, la manera de hablar. Eso me va sugiriendo imágenes, situaciones, personajes.
¿Las historias te escogen a ti o tú las escoges?Bueno, yo creo que uno no es tan libre como le gustaría a la hora de elegir las historias. Uno no dice, bueno, yo voy a escribir sobre estos temas. No, no. Solo algunas cosas que me ocurren me remiten a algún núcleo muy secreto de experiencias que, a su vez, tienen que ver con lo más íntimo de mi personalidad.
Digamos que en eso no se puede ser tan liberal.No, en eso no. Los liberales lo que quisieran es que, sobre todo, la vida política, social o económica no escapen de la racionalidad. Pero un escritor que no quisiera escapar de la racionalidad estaría condenado a ser muy mal escritor. Yo creo que uno escribe no solo con su razón, sus ideas, sino con sus instintos, con sus pasiones.
A propósito del liberalismo, ¿no crees que su ascenso ha sido una gran verdad en la que ha habido grandes mentiras?Bueno, en el liberalismo, como en toda doctrina, hay variantes, que tienen que ver con las variantes humanas. Si tú has asistido alguna vez a un encuentro de liberales, vas a ver que las diferencias son muchísimo mayores que las coincidencias. En eso los liberales nos parecemos a los trostkistas. Tenemos una voluntad de divisionismo que parece genética.
¿No te incomoda eso a veces?No, porque no es una iglesia, es una doctrina muy abierta, en la que a partir de ciertas ideas básicas, como la libertad como fuente indivisible del progreso humano, todo lo demás son variantes. Pero hay fanáticos del liberalismo. La idea de que puede haber un progreso que puede estar montado, enteramente, sobre la libertad de mercado me parece una aberración, tan grande como la de los marxistas, que creen que la economía es el fundamento de la historia.
Hay liberales que aceptan el mercado, pero no la libertad política.Ningún liberal admitiría semejante barbaridad.
Algunos lo hacen.Bueno, no son liberales. No puede haber libertad económica sin libertad política, sin libertad social. La libertad es una sola y debe operar simultáneamente en todos los campos. La libertad significa que una sociedad debe ir impulsando progresivamente la libertad individual, la autonomía del individuo, para que pueda realizar sus anhelos e ideales en todos los campos: económico, cultural, social, religioso, sexual. Ahora, que haya caricaturas liberales, las hay. El partido de Somoza, en Nicaragua, se llamaba Partido Liberal. El partido de Georg Haider en Austria, que es un nazi, se llamaba Partido Liberal.
¿Qué hay en el animal político que lo hace tan díscolo?Hay una cierta abdicación de la libertad. La libertad es una cosa muy hermosa, pero también significa una enorme responsabilidad y un enorme vacío. Ser libre es estar tomando decisiones todo el tiempo y eso es algo que contradice profundamente una cierta condición humana. Por eso tantos seres humanos abdican y entregan a otros la facultad de tomar las decisiones fundamentales de su vida. A un dictador, a un tirano, a un caudillo. Todos los movimientos totalitarios significan eso: la abdicación del individuo ante un jefe o una inteligencia. Ese miedo a la libertad, en países como los nuestros, está profundamente arraigado.
Se abdica ante el partido, ante un líder, ante el mercado...La doctrina liberal no admite la abdicación de la libertad. Es la asunción de la responsabilidad. Somos libres porque queremos tomar responsabilidades y no queremos que otros organicen nuestras vidas. Ahora, hay una cosa muy importante: la doctrina liberal no acepta que el mundo político ocupe toda la vida. Defiende siempre, como un derecho humano fundamental, el respeto a la soberanía individual. Que haya un espacio en mi vida en el que nadie tenga derecho a intervenir. Ni el Estado, ni la Iglesia.
Esta frase tuya, reciente, me conmovió mucho: "me enfurece el egoísmo y la ceguera de los sectores privilegiados" (1).Eso pasa muchísimo en los países subdesarrollados, que en gran parte lo son por ello. Han tenido unas clases dirigentes muy ciegas frente a sus responsabilidades. Tuvieron un poder que no merecían y lo usaron para construir privilegios, que marginaban a grandes mayorías dentro de sus sociedades. El resultado son países a medio hacer, como el nuestro. En el caso del Perú, hay una responsabilidad enorme de las clases dirigentes. Fueron clases que abdicaron de su responsabilidad, confiaron muchas veces la dirección del país a dictadores militares semianalfabetos, simplemente porque servían a sus intereses.
¿Estás pensando en Odría y en Cayo Mierda (2)?Sí, pues, imagínate. Yo, por haber nacido en el año 1936, he vivido mucho más en dictaduras que en gobiernos democráticos. Y creo que para la mayor parte de los países de América Latina se puede decir lo mismo. Han vivido más tiempo en su vida bajo regímenes autoritarios.
¿Nos falta entusiasmo democrático a los peruanos?Hay que estimular a los peruanos a que asuman sus responsabilidades. Hay países que han avanzado mucho, como Chile, que por eso progresa tan rápido. Tenemos que comprometernos a actuar si es que queremos salir del pozo. Tenemos que estar movilizados, para reemplazar al gran paquidermo, que es el Estado, como el motor de la transformación y del cambio.
(1)Respuesta a Pedro Salinas en el libro Rajes del Oficio 2.(2)'Cayo Mierda' es un personaje de Conversación en la Catedral, cuyo modelo fue Alejandro Esparza Zañartu, esbirro y ministro de Gobierno de Manuel A. Odría.

Escrito por Ramiro Escobar en el diario Perú 21 de hoy.