miércoles, 17 de diciembre de 2008

SÁBADO SIN LÁPIZ

Diciembre siempre llega a mí con un traje de añoranza. Esta vestimenta ha influenciado en la decisión de libertar textos que los daba por muertos, de paso los alejo del óxido que las vuelve amarillas y las llena de malditos ácaros.

Agarro el lápiz y me desprecia. Enciendo la radio y el silencio se pierde en mi esperanza. No hay sosiego (se pierde, ¡dónde chucha se va!), y los cigarros que tengo guardados en mi escritorio resucitan de pronto, ansiosos de ser devorados a bocanadas sin compasión. Y al instante estoy perdido en el humo, la música y la soledad. ¡Qué viva la noche! 

¡Ja! 

El ánimo apesadumbrado se desprende en las cuerdas de los segundos y entre ellos, enredado quedo a sus pies sin poder salir. Desdichado sábado, eres mártir de no saber que mueres sin estar y sin ser. Pobre de ti, alicaído humano, que mueres sin ser. El sábado es un sitio caído de bruces en cualquier cuarto. Y hay un solo sonido en mi dormitorio: nada es nada y todo también es nada. Entonces aprovecho y juego al don de ser mi propio don y crear en mi entelequia un personaje que se compadezca de mis dotes insubstanciales y timoratos. Pero me encierro en mis cuatro nostalgias de esquina a esquina y la cago. 

Despierto y aún no toco la palabra; las horas corren su círculo eterno, desprenden féretros en cada punzada, ¿en qué féretro caeré yo? Mientras, mi voz se encierra en el taller de la nadería hecha vida. No puedo más: suelto el lápiz.

Noviembre de 2007
AZAÑA ORTEGA,Moisés