domingo, 8 de marzo de 2015

Contingencias a partir del Tractatus lógico- philosophicus (2.011)


octubre 2014

2.011
Lo contingente son las cosas que pueden unirse. La unión es básicamente una contingencia, no es una obligación ni una necesidad. Las combinaciones resultan a partir de la inercia, la soledad o— en el arbitrio de las personas— de la decadencia de sus días. Hay uniones que son malas combinaciones, no cuadran, desde el primer momento en que los ves sabes que hay algo mal o algo que nunca pudo (nunca debió) ser de ese modo. Pero puede que nuestros ojos también se equivoquen tan acostumbrados a tener combinaciones exactas, inalterables: que tal color con tal color, que tal pantalón con tal desterrado, que tal estereotipo con tal planeta, que el etcétera es para el final y nunca para el inicio. En fin, todo ser existente o no, puede entablar un diálogo innecesario con otro, todo ente que se mueva, que necesite de otro para ser movido, puede tener los días contados en su contingencia y prevalecer, en algún momento, su rasgo necesario y pasar los días sucesivos en inalterable emoción de los cuadros terminados. Nada más, el punto exacto, nada que agregar, nada que quitar. La combinación culminó y no hay separación como posibilidad.


                La contingencia, entonces, puede tratar según estos términos de las posibles combinaciones y separaciones que inalterables y alterables pueden tener. He aquí un primer llamado. ¿Si la definición del inalterable es que no puede ser alterado, cómo entonces puede ser alterado? Cada día hay eternos que se mueren. Una eternidad tras otra transcurre como bicicletas en un abismo que nunca termina. Los necesarios, los vidrios rotos, los enojos, los gestos inevitables también manejan bicicleta y en muchas ocasiones equivocan el camino y pierden el paso. Para no hacer más extenso este camino, habría que decirlo en palabras de Wittgenstein: «Es esencial a las cosas el que puedan ser parte constituyente de un estado de cosas». Es decir, «si hay objetos —explica un traductor— uno de sus rasgos esenciales tiene que ser el que puedan ser parte constituyente de un estado de cosas». ¿Entendieron? No se preocupen, Wittgenstein tampoco.

moisés AZAÑA ortega