lunes, 10 de febrero de 2014

lunes otra vez

Es verdad que estás en una isla
pero no estás solo
(Joaquín Sabina)

Habría que empezar diciendo que yo nunca he escrito para el blog. Digo, nunca he escrito pensando que lo que escribo va a ser publicado en el Sin Calzón. Y no es que simplemente escriba como venga y lo que venga, aunque a veces sea así, simplemente. Pero esta vez, por primera vez en todos estos años de Sin Calzón, escribo directamente para y en el blog. Quiero decir, es la primera vez que escribo en esta hoja blanca del blog y no en la de Word. Y como nunca escribo para el Sin Calzón, sino que cuelgo cosas que encuentro perdidas en mi computadora o en mi máquina de escribir, por lo general lo que cuelgo aquí son cosas pasadas y en la parte inferior señalo el mes en que las compuse. En esta oportunidad lo que escribo será inmediatamente publicado. Y escribo porque no me queda de otra, porque si no escribo en este preciso momento muero literal y literariamente.

Digamos que por estos días los días no existen. Mejor dicho, mis días. Pero no nos pongamos patéticos tampoco. Siendo más francos y menos grises, hay que decir que estos han sido días distintos. Eso es, distintos y punto. Pero todos los días son distintos, pueden decir. Sin embargo, estos días son distintos de otro modo. Porque una cosa es hacer mil cosas sabiendo que está ella y otra muy distinta hacer las mismas mil cosas sabiendo que ya no está. ¿No sé si me entiendan, no sé si me deje entender? Esta vez escribo, como he dicho, directamente en la hoja blanca del blog, pero no escribo en mi cuarto, lo hago en el dormitorio de mi amigo, él ahora duerme. Anoche vine a visitarlo: «Qué milagro tan temprano», me dijo cuando me vio llegar, y ya eran más de las diez de la noche. Él, como todos los que me conocen, saben que soy un animal nocturno y que el día para mí muy bien puede empezar cuando ya ha terminado, quiero decir a la medianoche, a las cero horas. Es una mala herencia de la chica de los botones, pero no es momento para hablar de ella. Estos días tienen el sabor de mi Moka. Peor, el sinsabor de mi Moka. Llegué a eso de las diez y mi amigo conversaba y tomaba pisco con raspadilla con sus amigos en su cuadra. No tuve otra opción más que juntarme. Siempre que he venido y ha estado con su grupo, sea tomando o solo conversando, de inmediato se ha despedido y ambos hemos entrado a su casa para conversar de libros o para leer libros, aunque esto pueda sonar falso, pero ambos sabemos que es la cosa más cierta que hacemos cuando nos juntamos y que por eso juntarnos es una intelectual alegría. Anoche, sin embargo, me acoplé casi de modo inconsciente a su grupo. Él, claro, antes me preguntó y yo sin pensarlo le respondí que normal. Y es así que ya son las siete y media de la mañana y continúo sin dormir. Mi amigo se ha quedado seco, respectivo vómito; yo, milagrosamente, estoy de pie y sin ningún malestar. Se debe en parte a que el viernes tomé hasta perder el sentido y hoy no quise perderlo de nuevo. Pero venía a decir otra cosa.

Ya amaneció y debo regresar a casa, preparar el desayuno de mamá, intentar no dormir para nada, leer, estudiar el puto inglés, escribir y salir de casa hacia el colegio a desenseñarles a los chicos sobre todo lo que le han mentido en tantos años, así con ojos de trago y con el cabello largo. Pato, que así le dicen y a quien conocí hoy, decía que le gustaba tomar los domingos y no los sábados porque así podía pasarse todo el lunes durmiendo y evitarse todas las caras cojudas de este día sacrificado. Pero era un decir, esto era antes cuando la comida y la plata llegaban solas, digo, por sus viejos; ahora al amanecer tendrá que ver las mismas caras tontas ya que él si despierta, no le quedará más que correr a su chamba y ser otro más entre esas caras. Lunes otra vez, como la canción de Sui Generis, le dije a Belkyngs, y sería lindo que leyera esto, hoy más que nunca que necesito una isla de donde agarrarme, una brújula de donde sostenerme. Hoy más que nunca que he quedado sin isla y sin mí. Y perdón que siga lo patético, es el sueño, es el trago, es el lunes. Es ella que ha desaparecido y cual detergente poderoso no ha dejado ni rastro de mancha. Ni mancha de rostro. Pero en verdad soy yo quien ha muerto con tanto verano y con tanto frío en estos días que son más largos y más cortos cuando el sol se pone en mi ventana. Estos días que son más largos y más cortos cuando ella ha dejado de ser mi verano.

Azaña