Amanecer:
Mis párpados son arrastrados por la gravedad, estoy a punto de caer en estado de coma.
Al regresar a casa, siete de la mañana más o menos, me percato de que todavía hay grupos con vasos y cigarrillos y exclamaciones que tratan de llevar el compás de Los Juanecos u otra orquesta, pero sus cuerpos ya no responden. Algunos roncan en plena avenida como si de su tierna cama se tratara, otros hombres con baba que poco a poco baja… y baja, se estira en el aire hasta que cae en su propia mugre; otro, con anónima indignidad, ha escondido su rostro en la sombra de un árbol, pero ya amaneció, y el sol descubre cierto moco como ornamento, sube y baja como columpio, el moco juega, construye un camino en el que avanza y retrocede al ritmo de su estrepitosa respiración y no logra desprenderse, se ha adueñado del territorio y origina, además de admiración, cierto no sé que de espanto.
Lo que nos trae el nuevo año: huayco en pleno verano limeño.
Al regresar a casa, siete de la mañana más o menos, me percato de que todavía hay grupos con vasos y cigarrillos y exclamaciones que tratan de llevar el compás de Los Juanecos u otra orquesta, pero sus cuerpos ya no responden. Algunos roncan en plena avenida como si de su tierna cama se tratara, otros hombres con baba que poco a poco baja… y baja, se estira en el aire hasta que cae en su propia mugre; otro, con anónima indignidad, ha escondido su rostro en la sombra de un árbol, pero ya amaneció, y el sol descubre cierto moco como ornamento, sube y baja como columpio, el moco juega, construye un camino en el que avanza y retrocede al ritmo de su estrepitosa respiración y no logra desprenderse, se ha adueñado del territorio y origina, además de admiración, cierto no sé que de espanto.
Lo que nos trae el nuevo año: huayco en pleno verano limeño.
1 de enero de 2009
Moisés AZAÑA ORTEGA