lunes, 12 de enero de 2009

DESPERDICIOS DE NUEVO AÑO (1 e)


Amanecer:

Mis párpados son arrastrados por la gravedad, estoy a punto de caer en estado de coma.

Al regresar a casa, siete de la mañana más o menos, me percato de que todavía hay grupos con vasos y cigarrillos y exclamaciones que tratan de llevar el compás de Los Juanecos u otra orquesta, pero sus cuerpos ya no responden. Algunos roncan en plena avenida como si de su tierna cama se tratara, otros hombres con baba que poco a poco baja… y baja, se estira en el aire hasta que cae en su propia mugre; otro, con anónima indignidad, ha escondido su rostro en la sombra de un árbol, pero ya amaneció, y el sol descubre cierto moco como ornamento, sube y baja como columpio, el moco juega, construye un camino en el que avanza y retrocede al ritmo de su estrepitosa respiración y no logra desprenderse, se ha adueñado del territorio y origina, además de admiración, cierto no sé que de espanto.

Lo que nos trae el nuevo año: huayco en pleno verano limeño.

1 de enero de 2009

Moisés AZAÑA ORTEGA

LETARGO SIN SERMÓN (1 e)


Antes de llegar a casa percibo de lejos a mamá con una vieja escoba, barre los desperdicios que dejó el año viejo, es decir, el nuevo año inicia sucio, siempre inicia sucio, muñecos quemados, camas viejas incendiadas, tiras y tiras de cuetecillos verdes y rojos, y calaveras y chispitas mariposa y rata blanca y mamá rata y abuela rata y abuela blanca y mata la suegra y todo lo que no se ha querido llevar o traer para este inmaculado añito. Y más allá, del muñeco que prendió mi vecino Poto Blanco, el viento ha traído mucha ceniza, doble trabajo para mi madre, mi hermosa viejita a quien amo, barrer nomás pues, qué queda, la ceniza se alza, forma un nudo en el aire, se expande, justo yo llego y se clava en mi garganta, maldita sea, toso… De pronto: «Dónde has estado», inicia el purgatorio.

Esta vez, milagro de la vida, no hubo sermón. Le respondí que estuve en la casa de un amigo (el Cabeze’ puñete), y tomé la escoba pa' hacer méritos y mientras barría conversamos frases que por el trago o por el sueño he olvidado, seguro ninguna importante, ninguna trascendente, aunque quién sabe. «Ya anda descansa», aconsejó. Sin embargo, todavía no tenía sueño. En verdad, Morfeo estaba al acecho, llevaba horas acosándome pero lo rechazaba —como diría mi hermano— peor que perro con sarna. 

Ahora que escribo, regresa, vuelve a la carga (¡entiende, no te pido que vengas!), me agarra por la espalda, aprieta mi cuello, una guillotina —¡la veo, la siento!—, está allí, al frente, oculta mi visión, viene, viene… Caigo en estado de «punto y aparte», la coma en el sentido lingüístico proporciona un intervalo pequeño de tiempo para expresar correctamente una oración; yo necesito un intervalo más grande para recomponerme. La gravedad irrumpe: bajo las carpas, me quedo sin ojos.

1 de enero de 2009

Moisés AZAÑA ORTEGA

ABRÍ LOS OJOS (1 e)


Atardecer:

Abrí los ojos: mi habitación había sucumbido a los avatares de las fiestas de fin de año, con decir que algunos calzoncillos estaban junto a libros en el escritorio podría indicar más o menos la gravedad del caos. Para darle la contra hice ejercicios (milagro), me dije que empezar el año con una pequeña rutina para el cuerpo podría ser de buen augurio, de paso calentaba para bañarme. El baño fue rápido y fresco, me vestí, bajé al primer piso, cocinaban. Había llegado visita y charlaban, niños entraban y salían, afuera brindaban con Pilsen Callao, jugué con mi sobrinita (Vania), repetí la adivinanza que planté a otros de mis sobrinitos hace más de un mes. Todos se volvieron a rendir, insistían y rogaban que les responda «Ya pues… Seguro que tú tampoco sabes la respuesta», me decían. Obvio que lo sé. Luego, entre familia, degustábamos peziduri Donofrio. Mientras lo disfrutábamos, les conté el relato de Juan Sin Miedo. 

Almorzamos, tardísimo. 

Reposé… 

Me senté a escribirte.


1 de enero de 2009
Moisés AZAÑA ORTEGA

DORMIR ES UN MODO DE ESTAR MUERTO (1 e)


6 p. m.

Dormí a las 8 de la mañana, desperté a las 2, es decir, me bastaron solo 6 horas. Al levantarme todo el sueño había sido eliminado, me sentía completo. No entiendo por qué ahora me ataca de nuevo. Ya no quiero dormir, quiero escribir, quiero leer, quiero estar vivo, quiero.

Dormir es un modo de estar muerto, no se crea nada, no se tiene memoria, solo te recobra el aliento. No recuerdo dónde leí o escuché «si quieres vivir diez años más de vida, levántate más temprano». Y no intentó decir que al despertarse más temprano se podía vivir más años de lo normal, sino que uno vive cuando está despierto y no cuando duerme. Colocando la palabra vida en sentido específico, es todo: dormir y despertarse, vivir y morir. No obstante, en la acepción manejada, vida es solo el hecho de producir, y se produce despierto, no durmiendo. Por ejemplo, no podría escribir lo que lees si estuviera dormido.

1 de enero de 2009
Moisés AZAÑA ORTEGA

LA ADIVINANZA (1 e)


Mi sobrinita Nadia, hermana de Vania, ha venido y está insiste que insiste y vuelve a insistir (no sabes cómo friega) en que le diga la respuesta, «al menos una pista» me repite. Ya se la he dado, pero continúa insistiendo. Entonces le digo que la respuesta está en tal obra de la biblioteca. Abro alguna página al azar, de casualidad se presta para el enigma formulado, se la leo cambiándola a mi antojo para que haya un nexo con la adivinanza («Camina y camina y nunca descansa, aunque nunca muerte, a todos mata. ¿Qué es?»), pero no le digo la respuesta, dejo en suspense con el fin de que se provoque leer. Y, para mi alegría, toma el libro y empieza a leer, pero al poco rato, como todavía deletrea, se cansa y de nuevo inicia el tropel: «Dímelo, dímelo, dímelo, ya pues, dímelo por favor, a mí nomás, no le voy a decir a nadie». «Mañana te digo». «Mañana no voy a venir». Después de tanto insistir (joder sería la palabra correcta) pronuncia «chao, chao, me voy, no quiero adivinanza», y se va o, mejor dicho, hace como que se va, no llega ni a la puerta y regresa corriendo hasta mi costado y nueva inicia: «Dímelo, dímelo, dímelo». «Mañana te digo». «Mañana no voy a venir, te lo digo, ¡mañana no voy a venir!», se desespera. «¿Qué no descansa? —se pregunta—, el loco, ¡el loco no descansa!». «Sí descansa». «Yo nunca he visto a un loco que descanse». Después de largo rato que no me deja escribir: «Ya Moshe, no quiero saber nada de adivinanzas», agranda su ya de por sí enorme cachete y se va molesta, sin respuesta, y habiéndome impedido escribirte e ir ya mismo a matar mi sueño en la cama.

1 de enero de 2009
Moisés AZAÑA ORTEGA