viernes, 22 de agosto de 2008

NO ESPEREMOS SOLO EL SEGUNDO DOMINGO DE MAYO



MADRE... Hay una, y son todas. Hermoso cuadro. Desde que abrimos los ojos la tenemos. Ella nos carga con sus brazos con la edad de la experiencia. Mueve nuestros primeros pasos. Nos caemos, ella nos levanta. Siempre está a nuestro lado, en las malas y en las buenas, fiel al amor y a los dolores. El amor que tanta falta hace en el mundo. Pero no todos tenemos el lujo de tenerla.

 Al igual que la vela encendida se apaga, al igual que la claridad del día se desvanece: todo decae —de picada mortal o de maquillada parsimonia— en el mismo círculo que en un punto u otro, caeremos todos. Al final, el final logra su final.

La vida no rompe una regla: todo viene y se retira.Todos los que tenemos la fortuna de tenerla, querámosla más cada segundo. Ella no quiere que le llevemos un ramo de flores para que adorne su muerte en la fría tumba, solo los actos que se dan en la vida sirven y ayudan, no después.  Su día es nuestro, nuestro día es suyo. ¿Acaso ya nos olvidamos de quién nos limpiaba el trasero cuando pequeño?, ¿quién nos ayudó hacer las muchas labores inverosímiles? Ella nos resondra, porque nos quiere. Nos mima, nos adhiere aquel afecto genuino, como nadie más.

A nuestra madre, homenaje todos los días.

Todos los días, recalco.


diciembre 2007

Moisés AZAÑA ORTEGA