domingo, 21 de febrero de 2010

Despertar de un domingo

Los domingos lentamente despiertan los sonidos. No a la hora habitual de los días laborales, da las siete y el mundo aún es silencio, da las ocho y algún caño se escucha desde otra cuadra, da las nueve y recién pasos y palabras van fomentando maniobras que acaban con el sosiego que brinda la inactividad humana. Pero todo se forma suave y con la fina seguridad de no ser explícitos, las vocales se enredan en volumen, tiernos, y crece cual orquídea en madrugada, pero llega un segundo (fatídico segundo) donde concluyen los falsos respetos y de golpe inundan las malezas que fluyen etiquetadas por las bocas.

Domingo 29 de noviembre de 2009
AZAÑA ORTEGA