viernes, 30 de abril de 2010

Nunca creí que la muerte fuera tan dura y rápida, y mucho menos presumí que al igual que la vida, la muerte también continúa, prolonga su existencia: florece. Escarba océanos en el alma y, en realidad, jamás muere. La muerte vive, y su existencia duele más que los sufrimientos cotidianos.

mayo 2009
AZAÑA ORTEGA