miércoles, 18 de junio de 2008

CONGESTIÓN DE LETRAS


Abro un libro. 
   Cierro los tormentos. 
            Una pestaña cae en la luna izquierda de mis lentes negros
opaca las palabras,
   se congestionan los renglones.
¡Oh,
congestión
congestión
con-ges-tión!
Descartes se hace el tercio con las ideas innatas.
Locke se hace el difícil con las empíricas.
¡Sólo sé que nada sé!, me dice Sócrates,
y lo asumo
ni mierda sé.
Hay metáforas de carne y hueso
se incrustan en nosotros como astillas de viejos sillones.
Llega García Márquez y me caga en el final de Vivir para contarla.
Y la niña mala es una cagada en sus travesuras que narra Vargas Llosa.
¡Qué carajo!
¡Congestión de palabras,
de letras,
de pestañas!
Congestión de segundos.
Ya es de noche.
Oswaldo Reynoso esconde una lisura en un párrafo que me recuerda
—sí sé por qué—
a Martín Adán.
Ya es de noche,
repito
levanto la mirada,
inundación de carros atropella la avenida,
diez minutos y podría llegar a casa
pero estos pocos kilómetros tienen el rostro de una hora en llantas
Continúo leyendo,
prefiero mil veces la congestión de los libros.



AZAÑA ORTEGA, Moisés