domingo, 1 de junio de 2008

Contabilizando a los pobres

En el Perú estamos haciendo colectas para que un campeón de ajedrez o matemáticas pueda viajar al exterior, pero tenemos un presidente que plantea organizar una olimpiada. También decimos que la pobreza está disminuyendo sin hacer nada por ella, por el sólo efecto de que aumentan las inversiones en minería y se firman más tratados de libre comercio; pero aceptamos el ingreso de mil marines gringos armados en el la zona caliente del VRAE, con el pretexto de que van a ayudarnos a construir tres postas, abrir dos pozos de agua y reparar dos escuelas. En otras palabras se piensa en grande cuando se quiere y se vuelve a ser chico el día siguiente. Visto desde fuera, el Perú es un país pobre con múltiples posibilidades de hacerse rico con un poco de dinero y relaciones. Es lo que hacen las trasnacionales que como el consorcio Camisea nos hacen pagar a nosotros mismos sus inversiones, o como LAP, que se manejó entre créditos avalados por el Estado y supertarifas en el aeropuerto. Pero este país es también un modelo de polarización social. Aquí hay niveles de vida de primer mundo al lado de millones en la línea de supervivencia o incluso por debajo de ella. Saber cuántos son estos parias del sistema es la tarea de los medidores de pobreza, pobretólogos, como dice el presidente. En esencia este peculiar oficio se justifica a partir del reconocimiento de los Estados de su fracaso para impulsar a la sociedad en su conjunto hacia el desarrollo, es decir, invertir y orientar hacia una mejora continua de los niveles de productividad, innovación, educación, bienestar e institucionalidad del conjunto y no de unos pocos. En reemplazo el poder se propuso concentrarse en “los pobres”, que era casi como decir nos enriquecemos pero ayudamos a los que menos tienen. Y para eso tenemos que saber cuántos son esos que no tienen y como evolucionan cada año, y obviamente lograr el aval del Banco Mundial para lo que estamos diciendo. La disminución estadística del número de pobres es ahora la prueba fidedigna que el modelo funciona y redistribuye, como se ha visto en estos días. Pero sirve también para repriorizar el gasto social. Algo así como determinar si es necesario que sigamos gastando socialmente la cantidad que aplicamos los últimos años. Las cifras de la pobreza del 2007 parecen estar advirtiendo que ha bastado que García cambie, se rodee de empresarios, se trate de tú con Bush y Merkel, y no haga nada más por los pobres, para que éstos disminuyan inconteniblemente.

Escribe: Raúl WienerAnalista. (En columna del diario La Primera)