domingo, 8 de agosto de 2010

Andy y Nelo


5 enero de 2010

Ayer fui a Cine Mark con Andy y Nelo, amigos con quienes hice dos veces promoción, primero en la Cruz Roja y luego en Crhistian Barnard. Vimos Avatar en 3D.

Amigo Andy estudia Ciencias de la comunicación en la Universidad San Martín, se especializa en Publicidad y Marketing, trabaja en una editorial, hace año y dos meses está comprometido, gusta de ver películas en el cine, regala paseos o detalles a su enamorada todos los nueve de cada mes, apoda Rambo o Cuerpodequión por su musculatura amorfa, es el único en su facultad sin laptop, tiene varios proyectos relacionados a su especialidad, tocaba pésimo la guitarra y ahora toca peor.

Llegó de Nuestra Señora del Rosario en segundo de primaria: gordito, chinito, cabezón, cabello corto, trinchudísimo. Se fracturó el brazo jugando en tercero o cuarto al caerse del arco una cicatriz enorme en su brazo izquierdo lo prueba, a veces lo disimulaba con una venda, pero hoy en día ya no se avergüenza, incluso lo exhibe como parte de algo especial y cada vez que puede añade más detalles a su historia donde pasa de ser la víctima a héroe. Varias veces nos reunimos en su casa para estudiar o hacer una tarea y terminamos jugando en su techo con empolvadas pelotas o un carro que siempre parecía que se le iba a salir sus ruedas mientras su perro no paraba de ladrar. La clásica.

Nos separamos en sexto de primaria para reencontrarnos en cuarto de secundaria en un colegio que recién fundaban e hicimos nuevamente promoción, Ernesto el Che Guevara (yo propuse el nombre). Terminado el cole algunas veces nos juntamos en algún cumpleaños o en casualidades pactadas. Hubo un momento sin embargo en que nos alejamos totalmente, hasta que el domingo último a las ocho de la mañana, de boleto, lo visité (lo desperté; yo venía de una fiesta de la cual no quiero acordarme). Conversamos casi hasta el mediodía. Me contó, entre otras cosas, que Nelo había llegado y que al siguiente día irían al cine.

Amigo Nelo estudió conmigo desde primero de primaria hasta sexto donde hicimos nuestra promoción María Reiche. Lo más normal o común de él fue su gusto arrebatado por Star Wars. En realidad, nunca fue del todo normal, había en su manera de reírse y de reaccionar algo incongruente que te decía todo y te decía nada. Era de una amistad distinta, algo inexplicable, inefable. Siempre leal, siempre sencillo, siempre el mismo huevón que no quiso serlo sobre todo con Katy, siempre el más alto de nuestro salón, el más oscuro, el de cabellos más rebeldes. Siempre mi amigo.

Terminado sexto cada uno se fue a colegios distintos. Hubo intentos de reencuentro: todos fallidos. En quinto sorpresivamente apareció un día con el uniforme azul cielo del colegio. Nos habíamos vuelto a encontrar y compartíamos de nuevo la misma aula (aunque con otros actores y otro escenario, el guion era similar). Se le dio por componer poemitas que obsequiaba o intercambiaba por monedas, pensó estudiar Literatura pero lo que realmente quería ser era arqueólogo, entonces se preparó desde antes de concluir la escuela (primero en Círculo y terminando el cole, en Aduni junto a Andy —allí fortalecieron su amistad—). Sin embargo, no ingresó a San Marcos.

Desilusionado postuló a Senati: ingresó a la primera. Se puso a estudiar Mecánica automotriz con el sueño de luego postular a Arqueología: quería trabajar en algo técnico y rápido para que con ese dinero pudiese pagar la academia y así cumplir su sueño sanmarquino de ser arqueólogo.

Hacía sus prácticas y cursaba el cuarto semestre cuando repitió por inasistencias (Senati es muy estricto, repetir un curso equivale a repetir el semestre entero y, dependiendo la carrera, se puede repetir un curso por un límite de inasistencias o por impuntualidad, ya que te cierran la puerta y es como si no hayas asistido). La última vez que llegó tarde se fue a pasear pensando cómo decir a sus papás que había repetido el ciclo, todos los meses de pago echados a perder. Entró a una Iglesia y la vio tan grande, tan vacía y tan triste que lo deprimió más y sin darse cuenta marcó en él una huella imposible de borrar. A partir de ese momento su vida ya no sería la misma, algo en él había cambiado, para siempre. Fue entonces la primera vez que se atrevió a decirse sin pensarlo «por qué no ser sacerdote».

Como la mayoría de jóvenes (quizá en este tiempo la minoría) se planteó cambiar el mundo. Antes tuvo que sincerarse con sus padres diciéndoles que había repetido. El siguiente ciclo se volvió a matricular a Senati, esto no impidió que continuase asistiendo, sin falta, a su Parroquia. Un día le confesó al cura su inquietud; este, conmovido, le ayudó a solidificarlo como vocación. Cuando le contó a su madre ella dio el grito al cielo: adiós nietos, adiós porvenir, adiós capital senatino: Santo Dios qué había hecho para merecer esto, lloraba la señora, era para no creerlo. Por supuesto, no aceptó.

Amigo Nelo estaba hecho una tristeza andante: ya no cambiaría el mundo porque ni siquiera podía cambiar su vida. En esos días cuando llegó a la Parroquia (allí hizo su confirmación) le dieron la noticia de que un grupo de seminaristas partiría hacia Arequipa a prepararse para el sacerdocio. No lo pensó dos veces y aunque su mamá no aceptase, se escaparía.

Alistó a escondidas sus cosas preparando todo detalle a detalle, pero algo en su conciencia, un hincón en el estómago, no vaya a ser que Dios se enoje, le hizo intentar por última vez con sus padres. Claro, esta vez tampoco su mamá quiso. Tu viejo te tomó la cabeza mientras te iba diciendo que si tu corazón te lo decía que lo hagas, debías pensarlo mucho porque ese camino era muy difícil. Nelo se escaparía de todos modos.

Pero no, Nelo no se escapó. Su mamá lloró mucho en vivo y en directo, tu viejo lo hizo detrás de cámaras. No hubo de otra, Nelo, tus papás tenían que aceptar. Es uno quien decide su camino, los otros no pueden (no deben) imponérnoslo. Entonces te dejaron, te dejaron hacer tu propia ruta, ya habías crecido y no eras el niño que jugaba con cards o que llevó una vez en primaria un calendario al que se le podía pasar la lengua y ver lo que había adentro y por lo cual casi te expulsan.

Amigo Nelo viajó a Arequipa donde ha estudiado filosofía durante dos años.

Mientras vamos a Cine Mark, me cuenta que aún tiene crisis, como cualquiera —aire serio como quien quiere indicar que está madurando—, hasta los mismos sacerdotes las tienen, y peores aún, la cuestión está en resistir, hay que pedirle a Dios, me dice, los que se van del camino son cobardes. Y Nelo no lo es.

Lo único que le hizo dudar si el camino que elegía era el correcto fue Katy, ilusión de toda su vida. Al principio, en las noches solitarias de seminarista, pensaba mucho en ella, el único pensamiento que aceptaba, lo que más le costaba renunciar. Pero me señala que ahora tiene otro tipo de crisis, aunque no me aclaró cómo o era o de qué se trataba.

Ayer nos vimos y no estábamos muy distintos a como cuando jugábamos en primaria y nos ilusionábamos de una u otra chica. Seguíamos siendo casi los mismos, aunque con anteojos y más huevones. Entonces los tres, Andy, Nelo y yo, ingresamos a la Sala 6. Avatar nos esperaba. Y la vida también.

Moizés Azâña