miércoles, 15 de diciembre de 2010

Llevo meses sin limpiar mi ventana, el polvo se ha almacenado de manera culta, ordenada, responsable. Entabla una armónica suciedad que desintegra cualquier congruencia estética. No existe Platón ni Schopenhauer ni Kant ni Hegel en sus juicios. La ventana y su conjunto, es decir, los cristales, el bastidor, la base, el cerco, la cortina, todo su derredor se desnivela de sentimiento puro, hay en ella la tibieza de una confusión, la anomalía simbólica del que se fue sin despedirse, el marchitar negruzco de la flor que no se ha sembrado, el bienestar que se desprende después una derrota que nunca amaneció.

abril 2010
AZAÑA ORTEGA