viernes, 14 de agosto de 2009

Rapataré tu boca...

Raptaré tu boca y la tendré como rehén día y noche sentada en bancas blancas y húmedas, se saciará de sed con más sed e imposible será no humedecerse en tazas cansadas. Se privará de los lamentables tributos que cobra el tiempo y no comerá más que estremecimientos y emociones raras sin definición sostenidos en los bolsillos de la cortina roja; alejada, muy alejada de la justicia y la felicidad griega de la medida, arrinconada a orillas del hedonismo, cerquísima a la eutanasia.

Secuestraré tu ropa y la colgaré en mis sueños; en la realidad de las quejas, en la realidad de los zapatos y pasadores despertará desnuda. Tu ropa en mi cordel será el huerto que espera mi cosecha.

Suplicaré tu piel hasta dejarla exhausta tendida en la memoria, cenará agua divina, se hallará inmortal predicando sobre poros e intersticios, una Biblia sin parábolas, un versículo sin profeta, pedazos de pieles que imponen sus nombres en montón de párrafos apócrifos.

Naceré tu alma y no existirá almanaque ni perdón que resucite ni razón que compruebe ni miedo que llore, solo sangre en las palabras, solo vida en el silencio desgatado de lenguaje, entonces, regaré mis ojos mi nariz mis pestañas y mis vellos, mi cansancio mis pómulos mis uñas y mis dedos todos, también la diáfana suciedad de los días, la eterna inmundicia de mi pasado, esa historia sin orejas y mil bocas que sumerge pantalones tierra rencores torpezas y medias, las regaré contigo, en ti. Y todo tendrá el sabor de Uno, de Unidad en lo Múltiple, apenas dos elementos: tú, yo: la manera más tonta de existir pero a la vez la más sensata.

7 de julio
AZAÑA ORTEGA