lunes, 12 de enero de 2009

LA ADIVINANZA (1 e)


Mi sobrinita Nadia, hermana de Vania, ha venido y está insiste que insiste y vuelve a insistir (no sabes cómo friega) en que le diga la respuesta, «al menos una pista» me repite. Ya se la he dado, pero continúa insistiendo. Entonces le digo que la respuesta está en tal obra de la biblioteca. Abro alguna página al azar, de casualidad se presta para el enigma formulado, se la leo cambiándola a mi antojo para que haya un nexo con la adivinanza («Camina y camina y nunca descansa, aunque nunca muerte, a todos mata. ¿Qué es?»), pero no le digo la respuesta, dejo en suspense con el fin de que se provoque leer. Y, para mi alegría, toma el libro y empieza a leer, pero al poco rato, como todavía deletrea, se cansa y de nuevo inicia el tropel: «Dímelo, dímelo, dímelo, ya pues, dímelo por favor, a mí nomás, no le voy a decir a nadie». «Mañana te digo». «Mañana no voy a venir». Después de tanto insistir (joder sería la palabra correcta) pronuncia «chao, chao, me voy, no quiero adivinanza», y se va o, mejor dicho, hace como que se va, no llega ni a la puerta y regresa corriendo hasta mi costado y nueva inicia: «Dímelo, dímelo, dímelo». «Mañana te digo». «Mañana no voy a venir, te lo digo, ¡mañana no voy a venir!», se desespera. «¿Qué no descansa? —se pregunta—, el loco, ¡el loco no descansa!». «Sí descansa». «Yo nunca he visto a un loco que descanse». Después de largo rato que no me deja escribir: «Ya Moshe, no quiero saber nada de adivinanzas», agranda su ya de por sí enorme cachete y se va molesta, sin respuesta, y habiéndome impedido escribirte e ir ya mismo a matar mi sueño en la cama.

1 de enero de 2009
Moisés AZAÑA ORTEGA

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