sábado, 15 de enero de 2011

Tropezar nos hace bien, pero tropezar con inteligencia. Es decir, arriesgando el segundo por conseguir un mañana. Tropezar en la misma falencia y sin arriesgar el menor golpe, la menor lágrima, el menor porvenir, es una total injuria contra nosotros mismos.

enero 2009
AZAÑA ORTEGA

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