A mi Moka
Podría escribirte la hora y la película que he
visto. Pero sería muy fácil. Podría escribirte lo que siento, pero sería caer,
otra vez, y muy fácilmente, en eso que hemos dado por llamar patético. Aunque,
pensándolo, y no bien, no estaría mal caer de vez en cuando en este pozo, sobre
todo a esta hora y estando tú tan lejos, sin poder respirar de tu piel, sin
poderte besar las manos. Contigo me puede costar mil mundos ser eso que hemos
dado por llamar, pero igual podría hundirme tan fácil que hasta me da
miedo.
Podría decirte que he tomado mucho café y que en lugar de azúcar le he echado algarrobina y que no sabes lo bien que se siente. Podría decirte que no he preparado la clase para mañana. No sé hasta qué hora me quede despierto preparándola, los chicos ni lo imaginan: quizá ellos también estén despiertos haciendo a última hora la tarea que les dejé. Son las dos de la mañana y podría decirte que en casa ya todos duermen y que esto que podría ser silencio, esto que podría ser, incluso, el intervalo entre un beso y el sonreír por cualquier cosa, se ha visto interrumpido por un gallo insomne, por unos aullidos de perros, de rato en rato una mosca que pasa, una puerta que se abre, otra que se cierra… El silencio, a esta hora, es un ruido.
Estos renglones que van engordándose y que no sé si alguna vez lo tendrán tus ojos, continúan aquí, solitarios, como esta habitación que aparte de mí no tiene otro homo sapiens. Soy su único extranjero, su único extraterrestre, su único animal. Cuando pueda dártelos —si lo hago— será quizá, con fortuna, tras besar tu frente. Y lo leerás después, tal vez por la noche echada en tu cama o sentada cerca de una pared que no conozco. O quizá al despertar o en el carro. Escucho Los Belkings. Perdona que corte bruscamente las oraciones. Escucho Los Belkings, deberías también escucharlos, no sabes de lo que te pierdes. Después de tiempo los escucho. No sabes cuánto es este «después de tiempo». Ni yo lo sé. ¿Cómo en dos palabras podemos abarcar un tiempo sea mucho o poco? ¿Nuestros posibles veinte, cincuenta o cien años es nada ante la historia? Eso es tema antiguo. Y yo siento que esto que por ti me quema patéticamente también es tema antiguo. Que se renueva cada segundo. Fatalmente. Imperecederamente. Podría ser ático, latino o incaico.
No lo sé.
Solo sé que si Sócrates me preguntase acerca de algo que sé, ya tendría una respuesta. Y es mejor no seguir escribiendo, cuando voy por estos caminos excedo la glucosa y, ya sabes, debo cuidarte de la diabetes, del asma, de la tristeza.
Respira hondo, dame la mano, crucemos juntos.
Podría decirte que he tomado mucho café y que en lugar de azúcar le he echado algarrobina y que no sabes lo bien que se siente. Podría decirte que no he preparado la clase para mañana. No sé hasta qué hora me quede despierto preparándola, los chicos ni lo imaginan: quizá ellos también estén despiertos haciendo a última hora la tarea que les dejé. Son las dos de la mañana y podría decirte que en casa ya todos duermen y que esto que podría ser silencio, esto que podría ser, incluso, el intervalo entre un beso y el sonreír por cualquier cosa, se ha visto interrumpido por un gallo insomne, por unos aullidos de perros, de rato en rato una mosca que pasa, una puerta que se abre, otra que se cierra… El silencio, a esta hora, es un ruido.
Estos renglones que van engordándose y que no sé si alguna vez lo tendrán tus ojos, continúan aquí, solitarios, como esta habitación que aparte de mí no tiene otro homo sapiens. Soy su único extranjero, su único extraterrestre, su único animal. Cuando pueda dártelos —si lo hago— será quizá, con fortuna, tras besar tu frente. Y lo leerás después, tal vez por la noche echada en tu cama o sentada cerca de una pared que no conozco. O quizá al despertar o en el carro. Escucho Los Belkings. Perdona que corte bruscamente las oraciones. Escucho Los Belkings, deberías también escucharlos, no sabes de lo que te pierdes. Después de tiempo los escucho. No sabes cuánto es este «después de tiempo». Ni yo lo sé. ¿Cómo en dos palabras podemos abarcar un tiempo sea mucho o poco? ¿Nuestros posibles veinte, cincuenta o cien años es nada ante la historia? Eso es tema antiguo. Y yo siento que esto que por ti me quema patéticamente también es tema antiguo. Que se renueva cada segundo. Fatalmente. Imperecederamente. Podría ser ático, latino o incaico.
No lo sé.
Solo sé que si Sócrates me preguntase acerca de algo que sé, ya tendría una respuesta. Y es mejor no seguir escribiendo, cuando voy por estos caminos excedo la glucosa y, ya sabes, debo cuidarte de la diabetes, del asma, de la tristeza.
Respira hondo, dame la mano, crucemos juntos.
mayo 2013
MOISÉS AZAÑA ORTEGA
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