Ahora que sobre todas las cosas debería frecuentar las palabras, no voy a su casa. Y en venganza, ellas tampoco vienen. Se rehúsan. Entonces sufro por una coma, lloro por una vocal, me arrastro por un verbo.
No sé qué me sucede, es como si
mi autoestima —que ya de por sí es baja, subterránea— se haya zambullido debajo
de los subsuelos o como si esas palabras que ayer no más encendían su generosa vela, hoy se hayan apagado. Forman
su propia patria y hacen de mí un exiliado, un desterrado que no se encuentra
en ningún terreno, en ningún tiempo, en ningún Jesucristo obsequiando caminos y
verbos.
diciembre 11
AZAÑA ORTEGA
4 comentarios:
Sigues con tu "poema"...
Por qué?
Abrazo :)
No entender...
11
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