octubre 2010
sábado, 25 de diciembre de 2010
domingo, 19 de diciembre de 2010
Hoy la tristeza me da un beso en la frente.
noviembre 2010
miércoles, 15 de diciembre de 2010
abril 2010
sábado, 11 de diciembre de 2010
domingo, 5 de diciembre de 2010
noviembre 2010
sábado, 6 de noviembre de 2010
noviembre 2009
sábado, 9 de octubre de 2010
Un humilde homenaje
A Arturo Cavero
domingo, 3 de octubre de 2010
viernes, 1 de octubre de 2010
miércoles, 18 de agosto de 2010
septiembre 2 009
domingo, 8 de agosto de 2010
Andy y Nelo
Mientras vamos a Cine Mark, me cuenta que aún tiene crisis, como cualquiera —aire serio como quien quiere indicar que está madurando—, hasta los mismos sacerdotes las tienen, y peores aún, la cuestión está en resistir, hay que pedirle a Dios, me dice, los que se van del camino son cobardes. Y Nelo no lo es.
Ayer nos vimos y no estábamos muy distintos a como cuando jugábamos en primaria y nos ilusionábamos de una u otra chica. Seguíamos siendo casi los mismos, aunque con anteojos y más huevones. Entonces los tres, Andy, Nelo y yo, ingresamos a la Sala 6. Avatar nos esperaba. Y la vida también.
jueves, 29 de julio de 2010
domingo, 25 de julio de 2010
Julio 2009
domingo, 6 de junio de 2010
El dolor de la indiferencia es peor que el de las balas. YUYANAPAQ. Para recordar







Una lucha tonta la del pueblo contra el pueblo. Esto no es de ayer, es de siempre. Se dice que inició el diecisiete de mayo, pero nadie puede concebir con exactitud el inicio de este dolor —las lágrimas son esclavas de la tristeza—, lo que sabemos es que todavía continúa y continuará en tanto haya injusticia, en tanto el mundo albergue en su pecho ambiciones inútiles a costa de pisotear la vida de los otros, y que en nombres honoríficos y de Dios matan luego de persignarse y dar oraciones. No se cumple 30 años de que haya empezado, esto principió cuando el desconsuelo y la indiferencia, el mayor de los pecados, empezaron a caminar juntos hasta desequilibrar un largo presente que todavía sufre y se agiganta.
Lo peor no es que haya sucedido, lo peor es que aún vivimos creyendo que nunca sucedió. O lo que es lo mismo: indiferentes como si nunca haya sucedido. Seguimos viviendo de espaldas al dolor. Esta realidad en tanto no nos choque es una realidad extraña y de congoja efímera. ¿Qué hubieras sentido si uno de los desaparecidos hubiera sido tu padre, tu hermano o un amigo? Tal vez como ellos todavía conservarías la esperanza de un día verlos regresar.

AZAÑA ORTEGA
lunes, 24 de mayo de 2010
Crepúsculo de medianoche
Cuando leo los renglones que te garabateé, me parecen tan artificiosos que no sé si reírme o sonrojarme, yo no tuve la culpa de esos desvelos, de las palabras rebuscadas, de las frases surgidas del delirio y Es que fuiste tan tierna, tan dramática, tan bonita, tan moralista, tan blancura y tan puntual que yo era la incongruencia en tu vida, la errata del párrafo, la mancha del crepúsculo. Nunca debiste coger la ilusión por los cuellos, jamás debiste asistir a lo sueños del canto, porque aunque a todo Edén le gustaba tu voz, yo no determino aún qué sentía al escucharte; claro que me alegró que me compongas esa canción y que me la cantaras en ese parque anónimo, claro que me embelesó tus besos, tus ojitos marrones, tus manos suaves, blancas y tímidas, claro que me encantó acariciarte la cintura, pellizcarte los cachetes y con mis labios escribir en tus senos que te quiero. Y ahora sé que Fue tonto perderte, pero más tonto fue que hayamos creído en el amor, que hayamos intentado no renunciar a nuestra imperfección y sujetar cielos en busca de soluciones ilusorias, lo mejor era la renuncia inmediata, no dejar que mi agnosticismo interrumpa el sendero e ir en busca de tu fe a reconciliarnos cada uno por su propio camino.
Acostarnos en una oración fue nuestro peor pecado, nuestra mayor impiedad; tu devoción no resistió al vínculo rebelde de lo mortífero y el peligro se incendió en inútil sed de lo eterno. Pero fuimos demasiado mortales, un laberinto de efervescencias que se perdían en la distancia y regresaban imantados en el siguiente verso. Creías según las circunstancias y a veces te daba miedo una llovizna, terror un temblorcito, un pájaro negro; las lágrimas te recordaban todas las antífonas que tus padres te enseñaron, Levítico, Nehemías, Tesalonicenses, la Iglesia de los domingos, las homilías de los almuerzos, pero ya ves, fuimos torpes, unos niños ineducados y sin respeto invadidos de esa ajena curiosidad que se desarrollaban en los instantes perpetuos en que creíamos ser felices.
Acaramelados ya en la inexistencia de la renuncia, en la situación imperecedera, siempre venías, siempre iba, siempre moríamos, siempre el cielo, siempre la cruz, siempre dolía, pero yo, un individuo sin el arte de la batalla, no contuve el golpe que extrapoló nuestra Biblia y erigió su siglo escolástico, nos arrinconó al Apocalipsis, nos abandonó desnudos en medio del caos. Desganado y apático para los vínculos sagrados, todo fue coincidiendo ante la Providencia, y nuestra libertad fue encarcelándose en el mismo destino, un fracaso que espera, la total ausencia de iniciativa, la lamentable aceptación de no ser la pareja ideal. Y quizá eso era lo mejor para los dos, hora de fundar la inescrutable risa de Tántalo, hora de abrir los ojos al imbécil afán de armonizar nuestros mundos diferentes. Creíamos (suponíamos) construir un Aposento y anduvimos edificando el abismo en que tenderíamos la almohada y la sábana para acostarnos hasta extinguirnos.
A lo mejor sí lo sabía, pero jamás intenté comprenderlo, tampoco intenté falsear los instantes (lo único existente entre nosotros), neurasténico mundo de relámpagos, de fuegos, de hielos, de esperas, de tardanzas, la maldad de conocernos, el injusto momento de intentar el corazón. Jamás debiste conocer la guitarra, la composición, el arte, la poesía, ese mundo no era el tuyo, pero te acercaste inocente a descubrirlo en mala época, en malas manos, él amando soledad de inviernos, ella acariciando el do sostenido bajo las sombras de verano, diste el inicio, el resto fue de ambos, visitamos las puertas, abrimos las persianas, nos envenenamos de canciones, las paredes se multiplicaron, los libros se redujeron, las exposiciones se rindieron a nuestras manos, el teatro lo guardamos en nuestros ojos, ambición tonta de conocernos, la maldición del milagro, el principio del calvario. Nos olvidamos de nosotros mismos para estar cada uno en el infierno del otro, cambio de horarios y de epidermis, y tal vez allí empezamos a desquerernos, nuestro tejido no soportó envolverse demasiado en mantas que no eran suyas y un día aparecimos tirados sin cuerpo sin alma y con una lágrima entre los dedos. La renuncia había llegado, cada uno en su cuerpo y con una mochila de caminos. Era lo mejor. Lo era, lo era en esos días, pero ya no lo es hoy.
Ahora, cada noche, antes de acostarme, veo las cuatro paredes y nunca te recuerdo, la distancia que hemos sembrado nos separa tanto que cualquier ensayo de acercamiento nos congela, llegar a ti es llegar metafísicamente al pasado, fácticamente a la aquiescencia verde de la que huyo. Sin embargo, cuando la noche deja de ser noche y se convierte en sueño, en un momento parece que llegas (el alejamiento que nunca acordamos se acorta, lo huelo, puedo columpiarme en él). Llegas callada y fría en busca de almohada y de palabras. Pero yo continúo durmiendo solo contigo mismo.
enero 2010
domingo, 9 de mayo de 2010
El mundo es grande, y de esa grandeza, solo un retazo recuerda a esos hombres inmortales que están muertos (dulce paradoja); los demás ignoran las plumas, los acordes, las pinturas; no son más que célebres desconocidos —por ejemplo Darwin: lo conocen mas no lo leen—, son muy pasado para tenerlos presente, cosas viejas que sirven más de esnobismo que de solución a los problemas. La mayoría está preocupada por el hambre, por la enfermedad, por el colegio, el continuo devenir. Los trapos de la cultura no son fácilmente bienvenidos en las familias, hay tanto por hacer y deshacer como para perder segundos contemplando un cuadro de Dalí o leer una obra de Dostoievski.
abril 2010
viernes, 30 de abril de 2010
mayo 2009
domingo, 25 de abril de 2010
viernes, 16 de abril de 2010
Vallejo en el corazón
Vallejo es un poeta que pocos han leído, que muy pocos han entendido y que todos aplauden porque eso es lo correcto y porque, además, se le recuerda en su fase de modernista hablando de los heraldos negros que nos manda la muerte.
Pero ese no es el Vallejo que fue reivindicado póstumamente. El Vallejo que fue reconocido cuando ya era tarde es el que hizo sufrir y sufrió en los Poemas Humanos y el que ardió de cólera y lloró como un niño en los poemas dedicados a España. También es el Vallejo experimentoso y sentimental de “Trilce”, escrito para desafiar lo chocanesco –con todo lo que eso puede significar–.
Lo más genial de Vallejo es su relación con el idioma. No exagero si digo que con él las palabras conocen sentidos distintos y los sentidos se expresan con palabras nuevas. Vallejo amaba el idioma español pero, al mismo tiempo, lo galopaba sin piedad, lo extenuaba en aventuras descubridoras. Vallejo no se cansa de navegar corriente arriba y de fundar nuevas comarcas de las que huye tan pronto lo aburren. Vallejo es un mujeriego del idioma. Y por eso es tan intratable para muchos traductores.
“Han matado, a la vez, a Pedro, a Rojas…” dice para confirmarnos que la crueldad de la guerra se lleva al padre y al marido pero también al luchador que es parte del nosotros. Y como para Vallejo la muerte siempre es “lacónico suceso”, añade:
“Lo han matado suavemente
entre el cabello de su mujer, la Juana Vásquez,
a la hora del fuego, al año del balazo,
y cuando andaba cerca ya de todo”.
Como saben los lectores de Vallejo, este Pedro Rojas guerrillero y antifranquista termina resucitando laicamente, como aquel otro combatiente del archiconocido poema “Masa”. Porque Vallejo resucita a quien no debe morir y, como no cree demasiado en Dios, acude al poder popular y a la voluntad del herido tumulto para lograrlo. Por eso es que Rojas, levantado entre los muertos, vuelve a escribir con el dedo en el aire “¡Viban los compañeros! Pedro Rojas”.
Nadie había hecho bodas tan notables de la rabia y la ternura. Nadie había ensayado tan radicalmente con las palabras ni con la emoción. Hay veces en que Vallejo parece tener más ojos, más oídos, más nervios y más capacidad de ser solidario que el más sensible de sus prójimos. Bueno, eso se llama, abreviadamente, genialidad.
“Ahí pasa la muerte por ¬Irún:
sus pasos de acordeón, su palabrota,
su metro del tejido que te dije…
¡Llamadla! Hay que seguirla
hasta el pie de los tanques enemigos,
que la muerte es un ser sido a la fuerza,
cuyo principio y fin llevo grabados
a la cabeza de mis ilusiones,
por mucho que ella corra el peligro corriente
que tú sabes
y que haga como que hace que me ignora”.
La muerte no lo ignoró aquel abril de 1938, a los 46 años de su edad. Vengativa, lo visitó en la cama modesta de aquella clínica del boulevard Arago, donde vivió los últimos tramos de ese matrimonio que yo siempre he imaginado como espantoso. Su viuda contaría, años después, que Vallejo se murió sin diagnóstico y así se hizo notar en el certificado de defunción. Gerardo Diego, a quien madame Vallejo odió siempre, ha descrito la hambruna que se sufría en esa casa.
El Perú oficial despreció a Vallejo. Clemente Palma, el crítico literario más importante de la Lima que Vallejo merodeó sin demasiadas ganas, se burló del poeta y vaticinó su defunción literaria. También estuvo lo del incendio en el norte, un capítulo que acaba de recordar notablemente Eduardo González Viaña. Es cierto que José Carlos Mariátegui vislumbró al genio, pero la voz del fundador del socialismo peruano no era en ese momento tan importante como lo fue cuando la historia lo puso en la cumbre que le correspondía. También es cierto que Antenor Orrego lo estimó humana y literariamente y que, a raíz de su muerte, un joven José María Arguedas escribió, con el seudónimo de Pedro Tierra, un emocionado artículo vallejiano aparecido en la revista “Hoz y martillo”. Pero el Perú oficial –es decir, la derecha que no lee y el pueblo que le sirve agachadamente– le dio la espalda.
El asunto es que Vallejo se fue a Europa con el ánimo de no volver a este país erizado de Palmas. Y la verdad es que se murió en la miseria. Y también es verdad que sin la campaña de André Coyné, el francés a quien también le debemos el descubrimiento de César Moro, Vallejo no habría sido admitido, veinte años después de su muerte, en la comunidad literaria de Lima. Claro que después de Coyné se puso de moda decir que Vallejo “era el más grande”. Y lo era, pero no porque lo dijeran en Lima. Porque a Vallejo lo amaron y lo elogiaron, en Europa, Pablo Neruda, Louis Aragon, André Malraux. “Tenías algo de mina, de socavón lunar, algo terrenalmente profundo” le escribió Neruda en agosto de 1938. Y el español Andrés Iduarte estampó en la revista “Hora de España” estas palabras que no cesarán de ser ciertísimas: “Le faltaba (a Vallejo) toda condición para eso que llaman ‘el éxito’. No admitió ser poeta bufón de poderosos, ni secretario de imbéciles, ni traspunte de badulaques… Vivió en la amargura y en la pobreza, pero sin rencor ni resentimiento… La muerte de Vallejo la produjo, sencillamente, el hambre a que lo condenó su nobleza…”.
Que estas líneas sirvan para desenmascarar al viejo país falsamente aristocrático que maltrató a Vallejo y que, años más tarde –“muerto el combatiente”– le dedica discursos y homenajes. Y que sirvan quizás para recordarles a algunos a qué frivolidad de membretes que elevan socialmente y a qué poquedad de premios que “consagran” se ha reducido, en muchos sentidos, el quehacer de los que escriben amando la deriva de los acomodos. Quizás para ellos Vallejo escribió esto:
“Vanse de su piel, rascándose el sarcófago en que nacen
y suben por su muerte de hora en hora
y caen, a lo largo de su alfabeto gélido,
hasta el suelo”.
Por César Hildebrandt, publicado el 2008 en el diario La Primera.
domingo, 11 de abril de 2010
Sobre el sabio
Platón, Protágoras
Llevé el desayuno a mi dormitorio y acompañado de Francis Bacon, lo digerí cómodamente. Un primer ensayo hablaba sobre la buena elección del acompañante que ha de tener el príncipe, daba las características del ambicioso que le serviría: que siempre esté adelante y nunca retroceda. El segundo, que me pareció mejor, sobre los beneficios que trae el estudiar. Diferenciaba tres clases, los que estudian por placer, los que lo hacen por tener tema de plática y los que lo forjan con afán erudito. El exceso en los primeros lo denomina pereza, al de los segundos afectación, y al grupo tercero propio de un carácter docto. A los astutos les importa un bledo el estudio; las personas común y corriente, «los simples», lo miran con admiración; en cambio los sabios hacen uso del estudio, lo observan, lo toman, lo mastican, lo transforman. Recordé algunas líneas de Ribeyro (sospecho que de aquí se influenció, también sospecho que yerro en mi sospecha) donde mencionaba la diferencia entre el erudito y el culto, el primero estudia y va almacenándose de conocimiento, lo apila y ante cualquier situación repite como un loro lo aprendido, el segundo tiene características símiles al sabio que mencionó Bacon.
Bacon y Ribeyro, con estas cualidades, indirectamente se autodenominan sabios. También pudieron haber dado otras cualidades de sabio, por ejemplo, no lo es quien lee, sino el que no habiendo leído conoce lo que está en los libros; quien se percata de que los cambios hechos por los hombres, en lugar de mejorar la naturaleza, la empeora, ante aquella certeza y sabiendo que dejará este mundo así no haga nada, se observa así mismo y observa a otros mientras come y se rasca la panza; quien vive en la constante meditación de la acción; el que no guarda pan para mayo, no porque piense que se puede morir en cualquier momento (lo cual lo sabe, solo que no lo piensa), sino porque prefiere vivir en la eternidad que le da el presente... En fin, el verdadero sabio no se alimenta de libros, ni hace libros, mucho menos hace una definición sobre sí mismo.
julio 2009
AZAÑA ORTEGA
domingo, 4 de abril de 2010
septiembre 09
viernes, 2 de abril de 2010
martes, 23 de marzo de 2010
LA SOLEDAD DEL HOMBRE
Para mi amigo J. P.,
febrero 2010
martes, 16 de marzo de 2010
Desertor de perseverancias
Lo positivo es que soy consciente de este defecto. He empezado muchos asuntos y pocos los he concluido, estos pocos no me sirven de aliento ni me llenan de algún frívolo orgullo, por el contrario, siento que lo hecho es nada, y por tanto, en lugar de alentarme, a veces sufro desazones y desalientos tan profundos que me llevan, de la mano, al camino de la angustia. Apoyado en la angustia fácilmente puedo caer, y con dificultad puedo pararme. Sin embargo, siempre me pongo de pie, quizá es la fuerza de la juventud, esa energía que todavía nos acompaña en esta edad gloriosa, por eso —y otras cuestiones— le temo al tiempo, aunque es un temor rebelde, verdaderamente no es temor al tiempo, sino, sensaciones difusas símiles a la rabia o impotencia por lo que trae y lleva, la vejez por ejemplo, tal vez porque en la edad de las canas si me caigo, ya no pueda levantarme, y no habrá quien detenga mi avance hacia el mismísimo abismo.
He empezado muchos asuntos, dije hace un momento, por ejemplo un relato que según mis cálculos debía estar listo para un viernes de hace dos semanas. Empecé a escribirlo y lo dejé a medio camino. Hace unos días, ordenando mis archivos, lo encontré y decidí terminarlo, le di sus debidas correcciones, le eché ganas toda una tarde, ensimismado y alegre por reencontrarme con las palabras. Y nada, mi esfuerzo solo valió esa tarde, esas ganas murieron al amanecer siguiente convirtiéndose en pérdidas.
Quise trabajar y bastó que un empleo me negase sus puertas para ya no buscar otro. Muchos libros leídos hasta la mitad (defecto ya desecho). Amores inconclusos. Confesiones postergadas. Epístolas pendientes, epístolas incompletas y epístolas sin envío. Mi habitación con la misma cortina momentánea que coloqué hace un par de años. Decisiones interrumpidas por dudas reincidentes. La lista es larga, habrá un colofón por ahí que deseo no rescatar. Y ahora, para el colmo de las «in-perseverancias», dejo el texto que estás leyendo inventando un fin distinto al imaginado.
febrero 2010
sábado, 13 de marzo de 2010
Yo quería jugar a la alegría
Pero un día una piedrita me dijo que la vida no ha nacido para jugar, sino para darle oraciones mañana tarde y noche, que los sufrimientos son el único pan que nunca falta, y que acostumbrarnos a ella es de sabios, de hombres eternos que pasan los cielos. Y qué inventar, si no se es sabio, y si en lugar de pasar los cielos, nos quedamos aquí abajo, qué orar si nos quedamos sin boca y sin pensamientos, cómo caminar a la trascendencia celestial sin sacarnos los anteojos. Pues, Señor, a la vida le gusta ser abstracta, insensible, vengativa y humana. No come nuestro pan, ni toma nuestras sopas, pero se lleva a nuestros panaderos, a nuestras cocineras, a nuestros amigos, a nuestros amores y a nosotros mismos. Convierte nuestra vida en eterno camposanto. Lo peor es que nosotros presenciamos las tumbas, colocamos la cruz y regresamos a casa para proseguir con nuestro entierro.
febrero 2010
lunes, 8 de marzo de 2010
martes, 2 de marzo de 2010
Carnaval limeño
Veinticuatro departamentos tiene el Perú, allí hallamos muchas y disímiles costumbres o tradiciones que a pesar del tiempo continúan en pie. Una de las tradiciones es el carnaval. Tradición exultante que de acuerdo al lugar la celebración varía, por ejemplo en Cajamarca —departamento en que es casi su símbolo— los disfraces, la chicha de jora, las guitarras, comparsas, corsos, bailes, el suculento caldo de cabeza son algunos de los matices de su gran fiesta. En cambio, en Lima, aunque hace menos de un siglo el festejo era de manera decente con lujosos bailes de disfraces y reinas de belleza, hoy parece que aquel recodo histórico ha sido totalmente clausurado por este vendaval que la nueva juventud ha ido imponiendo.
Globos llenos de agua son lanzados cual proyectiles hacia cuerpos de limeños y limeñas, carnaval tiene la culpa, tardes rebosantes de risas y de gritos, ¡qué tienes imbécil anda moja a tu mamá!, baldes de agua (no siempre limpia), mójale mójale mójale, ¡si me mojas yo te remojo!, talco que por lo general termina cayendo más en la ropa que en el rostro, ya ya ya ya agárrala agárrala, pobre de ti si me tocas baboso, manos manchadas de betún o colorete con deseos de incitar la venganza, ya te cagaste te voy a dejar zamba, el propósito es divertirse, báñate aunque sea por carnaval cochino, la edad o bien ayuda o bien dificulta, ¡no juego con mocosos!, chisguetes de todos los tamaños y de todos los alcances (manguerazos, pistolas, metralletas, misiles de agua), ya carajo no me mojen, yo mojo peor, estúpido estoy refriada, no se moja a los hombres huevón, no me entres con tu ropa mojada vas a trapear todo lo que mojas, no jueguen con agua se van a enfermar, nunca faltan las madres escandalosamente preocupadas, quién te ha mojado carajo acaso su papá me va a dar un sol para las pastillas por mí te dejo muriendo pa’ que aprendas, pal’ calor pe’ vecina, anda moja a tu mujer viejo prostático, siempre habrá un sincero pretexto para renegar, ¡qué rico para jugar no carajo? qué rico para jugar ¡como si tú lavaras!, no gasten mi agua que he juntado para bañarme, recién he almorzado no juego no juego, pajero no le cayó, ya te quiero ver cuando te saquen la mierda, no sube el agua arriba, en algunas vecindades puede faltar la madre escandalosa no obstante es infaltable el vecino jodido pero que tiene toda la razón, vayan a jugar en la puerta de su casa no vengan a fregar aquí la paciencia, no dejemos de lado a los niños que mami pa’ jugar carnaval, te dicho que no entiende, en la puertita nomas ya pe ma’, no, mami y Rodrigo cómo juega, es que su mamá no lo quiere, mami ya pe, no carajo...
Agua es vida, no desperdiciarla.
Segundo domingo de febrero de 2009
domingo, 21 de febrero de 2010
Despertar de un domingo
Domingo 29 de noviembre de 2009
domingo, 14 de febrero de 2010
Catorce de febrero
lo que yo quiero, muchacha de ojos tristes,
es que mueras por mí.
Joaquín Sabina. «Contigo»
domingo, 7 de febrero de 2010
Objeto inútil
Septiembre 2009
martes, 2 de febrero de 2010
Noviembre 2009
martes, 26 de enero de 2010
Sin tiempo no hay ideas, pero sin ideas pese a tener tiempo no hay nada, es el estado de nulidad. Sin embargo, hay otra cualidad de vital importancia a la que dejarla de lado sería matarse uno mismo. Podemos tener tiempo, ideas, pero si no poseemos la habilidad suficiente con la cual llevar a cabo el pensamiento, todo será inútil y antes de que se escriba el Apocalipsis vendrá el fin del mundo. Es indudable que todo tiene un principio pero no siempre se le conoce. Y la habilidad en el escritor está supeditada a entidades distintas, inusitadas, singulares, propias del arte. Inefable. Qué se tendrá que realizar para ser un Cervantes, un Stendhal, un Aristóteles, un Vallejo; qué muros se tiene que romper, de qué ladrillos se debe sujetar la obra para que no caiga y permanezca.
Septiembre 2009
martes, 19 de enero de 2010
Cambio
Es mentira, se engañan los que creen que en febrero (2010) van a cambiar, lo mismo dijeron para este mes (2009) y miren cómo están, peor. Los cambios se dan, no se esperan. Los cambios que se deben hacer no se apuntan en agendas, no es proyecto que inicie un día prefijado, el primero del mes, el lunes de la semana, el primer día del año. No. El cambio es algo presente, decir futuro es pretexto para nunca hacerlo, para continuar amarrado a la larga ilusión de existir sin vida. El cambio se hace en el momento.
Diciembre 2009
jueves, 14 de enero de 2010
Haití y la hipocresía*

Claro, su terremoto llama la atención. Sus casas destruidas son fotogénicas, su palacio presidencial en escombros es espectacular, sus negros quejumbrosos tienen buena voz.
Y, además, están los aviones y las tropas de Obama, aviones y tropas que Haití conoce muy bien en otras circunstancias nada telúricas.
Y los socorristas de todos los países, que llegan de todas partes con su humanitarismo en ristre y sus perros especialistas en distinguir a vivos de muertos. Con eso y los ayes de los sobrevivientes se harán los noticieros de los próximos días.
Porque Haití puede haber sido semidestruido, pero con sus ruinas se harán periódicos y televisiones. Siempre hay un lado bueno en las desgracias.
Porque Haití ahora sí que es noticia.
Gracias a lo que el periodismo de entrecasa llama “las fuerzas de la naturaleza”, Haití es hoy noticia.
Ha necesitado un terremotazo de grado 7 y con epicentro a 15 kilómetros de Puerto Príncipe para volver a ser noticia.
Digamos que Haití ha pagado el peaje tarifario para ser noticia: miles de muertos, miles de viviendas y edificios en el suelo, gente aturdida por doquier, réplicas que no parecen acabar, una polvareda humeante que amenaza su cielo siempre azul.
Pero este país espectral que ahora se luce en las pantallas de cristal líquido es el mismo de siempre: 400 dólares de ingreso anual per cápita, más de nueve millones de habitantes sobre una superficie de apenas 27,000 kilómetros cuadrados, 50 por ciento de analfabetismo, una derecha presocrática empeñada en brutalizar a quien se atreva a intentar cambiar las cosas.
Hundido en la pobreza extrema y crónica, demostración plena de que hay países inviables, Haití es, más allá de males propios, el producto degenerado de años de intervencionismo militar estadounidense.
Estados Unidos lo tuvo bajo la bota de su imperio desde 1915 hasta 1934. No parecía ese un destino muy justo para un país que Francia había inventado como fábrica de esclavos desde el año 1697, tras arrebatarle a España parte del territorio colonial de la isla La Española, y que en una gesta sin precedentes, había sido liberado gracias a una guerra liderada por dos esclavos que terminaron derrotando a los franceses el 1 de enero de 1804, el año de su precoz independencia.
Esos dos Espartacos exitosos, esos dos gigantes de la epopeya anticolonial en el Caribe se llamaron Toussaint-Louverture –que moriría en Francia vejado y torturado- y su discípulo Jean Jacques Dessalines, que aplastó a las tropas imperiales francesas en la decisiva batalla de Vertierres.
Quizá los problemas de Haití empezaron cuando Dessalines, el primer guerrillero heroico de América Latina, se proclamó, para sorpresa de muchos, emperador. La trayectoria circular pudo empezar en ese momento.
Papá Doc, esa bestia sanguinaria y rapaz que se proclamó “Presidente Vitalicio” a partir de su elección en 1957, fue un ahijado de Washington. Y lo fue también su hijito y sucesor Jean Claude, el llamado Baby Doc.
Cuando eso ya no pudo sostenerse, entonces vinieron las elecciones supervisadas internacionalmente.
Y cuando las elecciones encumbraron a Jean Bertrand Aristide, un curita respondón y de izquierdas, entonces Washington frunció el ceño.
Pero Aristide no hizo mucho por justificar su fama de cura salesiano expulsado de la Orden por subversivo. De modo que Washington lo toleró.
Lo toleró tanto que hasta ayudó a reponerlo en la silla presidencial tras haber sido depuesto por el golpe del general Raoul Cédras.
Fue en el segundo mandato constitucional de Aristide cuando las cosas se pusieron feas.
Aristide restableció relaciones con Cuba, se acercó a la Venezuela de Chávez y propuso algunas tímidas reformas.
Estados Unidos respondió como siempre, aunque esta vez el golpe de Estado fue encubierto y tuvo una pincelada de sofisticación: en febrero del 2004 Aristide se vio obligado “a renunciar a su cargo” y fue embarcado en un avión bajo la vigilancia de una misión multinacional. Se exilió en la República Centroafricana y, más tarde, en Sudáfrica.
Ayer Aristide, lamentando la tragedia de su país por lo del terremoto, reiteró lo que todos sabíamos: que Estados Unidos estuvo detrás de su derrocamiento y que aquella “renuncia” fue una farsa.
Pero ese es el Haití que no es noticia.
Porque ni la violencia imperial ni el hambre ni la miseria como norma ni la corrupción como endemia ni el dolor silencioso de los miserables son noticia.
¿Haití ha sido destruido por un terremoto?
No lo creo.
Haití vive en estado de cataclismo institucional y nadie dice nada.
*Por César Hildebrandt. Publicado hoy en el Diario La Primera.
domingo, 10 de enero de 2010
Retratos
Hubo una donde me ha transmitido temor, no hablo del aspecto físico, sino de cierto gesto inconsciente del instante en que fue tomada, captó un segundo donde los movimientos faciales no fueron de los más sublimes, entonces me he visto transportado a cierto desorden o miedo, no, no es miedo, es otra cosa a la que no encuentro nombre, una textura disuelta en el aire, una partícula que desdeña momentos, alguna señal inconclusa que no logro representar y lo llamo cojudamente miedo. Ha habido otras donde encuentro manchas de tristeza, una tristeza acumulada a pesar de cualquier sonrisa, como si aquella mueca risueña solo serviría de amparo ante la gravedad, como una batalla que a pesar de ganada siempre recuerda a sus caídos, un aspecto taciturno de llorar mucho por trivialidades que se agigantan con el reloj y con los recuerdos (tontamente), había al mismo tiempo un aire de sensibilidad errónea o a lo mejor sensibilidad que no ha sido del todo descubierta o destapada por el latente temor a las heridas. No hay duda de que existe una extraña belleza, pero también un acertijo o laberinto para ingresar a ella, como que si el encanto no estuviese allí en esa quietud inmortal, sino en la oscilación del tiempo o en la imperfección de los días.