Para que no alcanzara a degustar del jabón tuvieron que colocarlo arriba de la vitrina, supuesto lugar imposible para el Sobrino, pero la solución estaba al alcance de su mano: una silla, sin embargo no sabía que allí lo habían escondido, entonces —millonario que de noche a la mañana es pobre y su desayuno se convierte apenas en agua cruda y pan con bromato— se conformó con saborear cualquier jabón; primera víctima: el jabón de Papá, su preciado Heno de Pravia se desintegró a mordiscos y arañazos y Papá se fue al trabajo sin bañarse, no había de otra, Viejo, tú no querías utilizar jabón de nadie y a esa hora las tiendas se mantenían hieráticas, cerradas a cualquier individuo madrugador: don Azaña cortó un limoncito y se echó en las axilas para disimular el mal olor y salió al trabajo (¿los compañeros laborales se habrán percatado de cierto hedor que en el transcurso del día el limoncito no pudo ocultar?). La segunda víctima: la sobra del jabón Palmolive de Mamá, ese rasguño que apenas servía para lavarse el rostro, pero a Mamá nadie le agarra sus cosas, ¡caracho!, ella tampoco agarra de nadie, respeto guarda respeto… Se armó el escándalo, Mamá ganó, le compraron jabón nuevo.
Lo curioso es que al Sobrino pese a que le llamaban la atención una y otra vez incansablemente, continuaba comiéndose jabones que encontraba en los lugares más recónditos, sitios insospechables, escondites que ni el mejor buscón o investigador encontraría, pero él tenía olfato para rastrear jabones: jabón de cara, de ropa blanca, de colores, de perro (¿existe de perro? Pero a Keisser lo bañan con champú, en fin), jabones con olor a durazno, a pera, a limón, a fresita,… y todo el mercado, jabones sin olor y jabones de dudosa procedencia.
Pero lo más curioso es que no se enfermaba, «te vas a morir peor que perro con sarna si sigues comiendo jabón, vas a ver», pero ni se ha muerto y tampoco se enfermó, su estómago parece diseñado para soportar cualquier tipo de bodrio, es un estómago del futuro, sospecho que los estómagos de acá a unos veinte, cincuenta, cien años o más, serán superiores si seguimos la evolución de las especies que habló Darwin y postulan los neodarwinistas, entonces los sufridos estómagos —que hoy reciben cerveza, vino pintalabios de dos cincuenta, cañazos de luca (un nuevo sol) de la mamá de Potoblanco, rataburguers de la tía Veneno, salchipapas de la esquina por donde pasan millares de micros gritando «toda la Arequipa / al fondo hay asiento, al fondo entran cuatro, apégate pe’ primo / por favor señora apéguese pe’, todos quieren viajar / No señito, aquí no se puede bajar, el paradero es de aquí a cinco cuadras», en almuerzos tu rica gaseosa Kola Real y tu triple o empanada de sol o sol veinte o sol cincuenta o tres noventa (depende donde quieras morir)— se convertirán en gruesas capas de roer… Siguiendo esa lógica, Adrian tiene un estómago adelantado, poderoso contra cualquier insecticida. Ahora aparece, se acerca, ve que escribo, «¿qué escribes, ah!», «la historia de un niño que come jabón», «huevaadas escribes, vamo’ a jugar Play». Lo acompaño al Play, sé que le ganaré en wining level 3 pero él me ganará en el level 15; en el camino pienso que el Sobrino de hoy ya no come jabón, ahora le gusta el jamón, más tarde le gustará otra clase de jamón, la ley de la vida.
Azaña Ortega
11 comentarios:
Carajo, deje de ocultarse tras el anonimato de su sobrino, deje en paz a esa almita de dios -que por cierto no existe-... para mí que en verdad, el sobrino no es más que Moisés Azaña con 10 u 11 años...
Saludos.
Jaja... Dejo a la libre interpretación e imaginación de cada uno. Yo tengo mi propia óptica del Sobrino.
Creo que el HOMBRE EXTRAÑO tiene razon, aunque quién sabe, cada uno siempre tiene un sobrino o primo terrible. En mi caso un primo.
PD: por lo menos no se comía la goma David.
En verdad os digo: (jaja, me gusta la solemnidad de esa afamada entrada) creo que el sobrino sí existe, creo que de grande será mafioso, creo que el señor exhibicionista (sin calzón) culpa al pobre Adrián con cosas que él hacía de niño, o quizá las haga hasta ahora. También creo que tiene muy mal gusto: el jabón Bolívar era uno de los más feos en sabor. Si quieres salvar tus jabones, dale goma David (veo que no soy el único que conoce la receta del placer gustativo en los infantes).
Ah la goma David, ah los chicles debajo de la mesa, ah el moquito que se te escapa de la nariz...
A
Henry: El Sobrino existe.
Tercerdistante: Será el líder de la banda, ni dudarlo. Por otra parte, están en su libertad de elegir a quien va la vestimenta del Sobrino. Quizá no exista el Sobrino, quizá no exista el comejabón.
Rosa Elisa: ¿Acaso todos hemos vivido la misma infancia?
PD: Tuve que preguntarle al Tercerdistante sobre las gomas David para que me refresque la memoria (hace tiempo que no utilizo goma, la última vez fue cuando pegué las páginas a un libro).
hahaha tremendo el sobrino entonces eH? hahaha suele pasar que personas come-jabon existan... aunque muy insolito el caso hahaha me he topado con muy pocos en verdad...
por otra parte agradezco tu visita... con versos un cafe un cigarrillo y un cielo estrellado, pisar el cielo no es tan dificil.
saludos.
La tierra húmeda de las macetas de la casa de la abuela, la cal de las paredes.
A
Karla: Existen, claro que sí. Algún día conocerán a el Sobrino; hoy ha regresado al colegio, ayer faltó, no quiso ir. Por otro lado, continuemos pisando el cielo.
Gabriela Lucía: Bonitos recuerdos los de la infancia.
PD: Gracias también a ustedes, sus palabras ayudan a mejorar.
y qué hay del chorizo?
¿Chorizo? Te has equivocado de post.
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