Atardecer:
Abrí los ojos: mi habitación había sucumbido a los avatares de las fiestas de fin de año, con decir que algunos calzoncillos estaban junto a libros en el escritorio podría indicar más o menos la gravedad del caos. Para darle la contra hice ejercicios (milagro), me dije que empezar el año con una pequeña rutina para el cuerpo podría ser de buen augurio, de paso calentaba para bañarme. El baño fue rápido y fresco, me vestí, bajé al primer piso, cocinaban. Había llegado visita y charlaban, niños entraban y salían, afuera brindaban con Pilsen Callao, jugué con mi sobrinita (Vania), repetí la adivinanza que planté a otros de mis sobrinitos hace más de un mes. Todos se volvieron a rendir, insistían y rogaban que les responda «Ya pues… Seguro que tú tampoco sabes la respuesta», me decían. Obvio que lo sé. Luego, entre familia, degustábamos peziduri Donofrio. Mientras lo disfrutábamos, les conté el relato de Juan Sin Miedo.
Almorzamos, tardísimo.
Reposé…
Me senté a escribirte.
Moisés AZAÑA ORTEGA
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