enero 2015
Seños de las manos olvidadas, espero que este epíteto no imponga ningún gesto negativo en tu único rostro. ¿Alcanza a ser un epíteto esto? Debo repasar, aunque a mí me baste con pasar. Yo y mis jueguitos de lenguaje, qué aburrido y predecible que soy caray. A propósito de único rostro, hoy me he dado cuenta que mi rostro es otro. En serio. Me miro al espejo una y otra vez y veo que ese rostro que me mira no soy yo mirándome. Una vaina así. Las cicatrices, me digo, la barba, me excuso. Feas cicatrices, por cierto, feas e incurables. Qué puedo hacer, la ley de la vida. Bueno, también de la noche y del dulce abandono de los amigos. O algo así. No me quejo, al menos puedo escribir, como dices. No podía esos días en que te envié mensajes a tu celular cual musa. ¡4 días en cama!, ¿te imaginas? Tú no lo imaginas, lo vives. Y ahora te comprendo mejor. Me bastaron esos días para darme cuenta cuán importante es la salud, más que el amor, por supuesto. Y no me contradigas, por estos días en que mi soledad es una buena compañía sería un crimen erigir la importancia del amor y así, de repente, empezar con las duditas. Ya para dudas he tenido a muchos filósofos. Si no pregúntale a nuestro amigo de las mil y un dudas.
Señor de las manos cautivas, hoy pensé que era jueves y resulta que es viernes sangriento. Me quedaré en casa, sin embargo, me quedaré y empezaré a extrañar desde mi más tonto corazón a mi última chica y, de paso, a la penúltima. Mi última chica, a propósito, lleva el nombre de Artemisa, aunque no lo creas. No es bueno pensarla, tú sabes, por ahí empieza el crimen perfecto. El único crimen perfecto es el del amor. ¿Ya ves lo que empiezo a decir? Mejor cambiemos de tema. La verdad no puedo conversar de nada en este momento porque mi hermosa viejita me está llamando y debo dejar esto para más tarde. O para otra vida. Espero que si es en otra vida, siga siendo esta.
moisés AZAÑA ortega
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