El sarro ebulliciona y salpica su pútrido germen a los estómagos mentales que cada día se vuelven menos conscientes, más indiferentes con lo que sucede en el derredor humano. Ante esto la palabra es un buen cepillo, solo hay que saberlo utilizar.
-En estos días en que la sangre se me sube hasta el cerebro, me he puesto a pensar en que lo mejor es no pensar más. Hay que hacer todo de una vez, me he dicho, y he continuado sentado, pensando-
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