El mes de la
primavera ha iniciado huesudo, desolado. Su cielo: una taza negra de chocolate.
Nadie la quiere mirar, nadie la quiere beber. Es como si el clima se haya
oxidado y la miseria de Dios haya descendido enternado y con los zapatos sin
lustrar.
Y su miseria
penetra. Nos toca. Nos ilumina.
(Septiembre
12,
10: 16 a. m.).
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