Llevé todos los caminos a mi hombro olvidando la plegaria lastimera de mi rodilla. Creo que la parsimonia con la que caminé determinó que mi desgarrado menisco no molestara. Y en esa parsimonia pude observar que, de jóvenes, podemos darnos tal lujo; más tarde es difícil: las responsabilidades desembocan el paso rápido, no se puede perder el tiempo con tanta facilidad. En la edad longeva es mayor la conciencia de finitud pero ya poco se puede hacer más que tratar de pasar una vida jubilosa: o leyendo o paseando o escuchando radio o mirando televisión o renegando…; en la edad adulta todavía las fuerzas dirigen el alma para cumplir con las responsabilidades: trabajar seis días, descansar uno, trabajar, descansar, trabajar, descansar... con tal de cumplir consigo mismo o con la familia; en la edad joven (sin hijo), sobre todo si se vive con manutención, se puede pasar horas recorriendo las calles con la única distracción de ver la actitud de los transeúntes limeños de esta desgastada época: Lima ha dejado de caminar con el corazón, ahora marcha con reloj y cartapacios.
septiembre 09AZAÑA ORTEGA
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