No es un amor cualquiera el que se desprende de la novela Memorias de mis putas tristes del escritor latinoamericano Gabriel García Márquez, sino un amor tardío y puro con el que juega el tiempo de tener el último refugio. No, puro no, erótico.
Las malas treguas, el celo abstruso, las tiranas ambiciones de una carne tierna y el olor de la misma sangre que pintó su juventud es la que ve don Sabio para sí en un amor incontenible, confundiendo la vejez en un amor adolescente de febril paroxismo.
La lujuria forma un juego sutil en el que García Márquez embriaga los enlaces para dar al lector la suma de una novela corta de lámina hechicera. Solo tenerla, aunque sea un segundo, y se adentrará en la fragancia mancomunada con la soledad y la pobreza del protagonista que en su nonagenario destapa el añejo tonel de un tierna lujuria, segmento por segmento, como parte del color vespertino que ya habita en sus pasos.
Pueden leerla.
Las malas treguas, el celo abstruso, las tiranas ambiciones de una carne tierna y el olor de la misma sangre que pintó su juventud es la que ve don Sabio para sí en un amor incontenible, confundiendo la vejez en un amor adolescente de febril paroxismo.
La lujuria forma un juego sutil en el que García Márquez embriaga los enlaces para dar al lector la suma de una novela corta de lámina hechicera. Solo tenerla, aunque sea un segundo, y se adentrará en la fragancia mancomunada con la soledad y la pobreza del protagonista que en su nonagenario destapa el añejo tonel de un tierna lujuria, segmento por segmento, como parte del color vespertino que ya habita en sus pasos.
Pueden leerla.
Sin embargo, no es su mejor obra ni de las mejores.
(Escrito el 2007)
AZAÑA ORTEGA, Moisés
1 comentario:
Tú lo describes de un modo que antojaría leerlo, pero cuando leí ese libro no contentó mi alma crítica.
Jorge Mendoza.
Publicar un comentario